jueves, 10 de junio de 2010

VEVO - FIFA World Cup Kick-Off Celebration Concert

VEVO - FIFA World Cup Kick-Off Celebration Concert

30 segundos de Cultura, por Cristián Warnken

Cristián Warnken
Jueves 10 de Junio de 2010
30 segundos




La cultura ocupó apenas 30 segundos en el discurso presidencial del 21 de mayo. Y si antes ocupaba más, tampoco servía de mucho. La cultura no es un adorno, ni un lujo, ni una excusa para hacer un evento para la foto, ni una cita para mejorar un mal discurso sin ideas.

La cultura no es propiedad de la izquierda ni del centro ni de la derecha. La cultura no es un hobby de estiradas damas señoriales ni el monopolio de desastrados artistas marginales. La cultura tiene cada día menos páginas en los diarios. La cultura es casi una herejía en televisión. La cultura es secuestrada a veces por la academia, pero siempre escapa ilesa y recupera su libertad. La cultura no es la función de ópera a la que se va para calentar el asiento ni la pintura que se compra para adornar el living de la casa. La cultura no puede ser una plataforma para pagar facturas de almuerzos de amigos o “compañeros”, operadores políticos que confundieron el Ministerio de la Cultura con el Ministerio de la Frescura. La cultura necesita gestión, pero no puede ser la esclava, la Cenicienta de la gestión.

La cultura es Vicente Huidobro enterrado de pie en Cartagena, mirando al infinito y flotando por sobre un mar de olvido y abandono. La cultura se respira, se huele, se vive, se camina, se hace bailando de campanario a campanario. La cultura no es hablar en difícil para que todos nos quedemos dormidos. La cultura no es el Carnaval de la Cultura, sino la fiesta auténtica de los pueblos.

La cultura —como Dios y el diablo— vive en los detalles de un oficio y un gesto. La cultura se esconde para que no la conviertan en pieza de museo: la veo correr al alba, con todos sus velos y su sonrisa enigmática al viento. Los jóvenes que están tocando y bailando cuecas sabrosas con el mismo fervor y rigor de sus bisabuelos: eso es cultura.

La cultura es también cuando la Roja se arriesga y danza y vuela y juega bonito, dirigida por el poeta Bielsa. La cultura escapa a toda meta, a toda cifra redonda, a todo cálculo. No calza, excede. La cultura me hace cosquillas en el alma.

La cultura es también la sabiduría guardada en los refranes de una oralidad chilena que casi nadie recuerda —nos dice Gastón Soublette—. La cultura es la gratuidad desatada a todos los vientos, los libros que los poetas chilenos publican a pesar de que nadie los compre ni los podrá comprar jamás. La cultura son las orquestas juveniles que siguen tocando en pueblos borrados por el mar y cuya batuta es el puntero del reloj del futuro. La cultura son los estudiantes de lenguas “muertas”, latín y griego, los herederos heroicos de Giuseppina Grammatico que persisten en leer y traducir “La Eneida” de Virgilio, ¡oh, milagro!, en un país donde nadie lee nada.

La cultura no es el resentimiento ni la mala leche, ni la guerra mezquina de pandillas en la carrera loca al Premio Nacional de Literatura. La cultura son todas las casas de adobe del Maule hechas polvo, pero polvo enamorado. La cultura es el refugio antiaéreo para protegerse de los bombardeos de chabacanería y farándula. La cultura es el 65,6 por ciento de los vecinos de Las Condes que —por un instintivo impulso de amor a su barrio— dijeron “no” a la destrucción de la armonía y las proporciones, a la desmesura inmobiliaria. La cultura es un afiche pegado en las ventanas de Valparaíso y que dice: “Yo cuido la vista de mi vecino”.

La cultura nos hace ver con los ojos cerrados imágenes inocentes, tan escasas en estos días. La cultura manoseada, ninguneada, la loca de la casa, loca de patio, a veces se levanta y pena. Despierta a los que todavía creen que un país se mide no sólo por el PIB (producto interno bruto), sino también por el PID (producto interior delicado). Y los hace soñar con un país que se eleve sobre el nivel del mar. Un país que merezca tener las altas cumbres que tiene. Un país que llegue a los 200 años con más, con mucho más que 30 segundos de cultura.

Raul Castro en la Encrucijada, Artículo de Ricardo Montaner

Esta historia cubana, curiosamente, comienza en la URSS.



En 1985, tras la muerte en pocos años de Leonid Brezhnev (1982), Yuri Andropov (1984) y Konstantin Chernenko (1985), Mijail Gorbachov, miembro del Politburó, ex protegido de Andropov, ex jefe de la KGB, llegó al poder en la URSS decidido a reformar el aparato productivo de la Unión Soviética. No era posible que el mayor país del mundo –más del doble del tamaño de Estados Unidos–, con un enorme capital humano y con inmensas riquezas naturales, fuera tan radicalmente improductivo, pobre e insignificante desde el punto de vista científico económico. Como caricaturizó a la URSS un cáustico diplomático norteamericano, “aquello” era Bangladesh con cohetes atómicos.



Tras perder cierto tiempo combatiendo el alcoholismo nacional con prohibiciones e impuestos, un vicio bastante difícil de desarraigar, la primera medida que Gorbachov puso en marcha fue dedicada a acelerar la producción nacional, la llamada uskoréniye. Los índices de desarrollo y sanidad comenzaban a caer en picado y cada vez era mayor la distancia que separaba a la URSS del enemigo norteamericano y de Europa occidental. Sin embargo, pronto se vio que no tuvo éxito.



La segunda, fue la conocida como glasnost o transparencia. La tesis que la respaldaba, auspiciada por Alexander Yakolev, un teórico marxista asesor de Gorbachov, mantenía que había que examinar abierta y libremente los problemas de las sociedades comunistas para poder corregirlos, renunciando a la violencia represiva. Los rusos, por primera vez en muchas décadas, comenzaron a quejarse abiertamente y de manera creciente. La producción no aumentó, pero pronto se hizo evidente lo que tantos sospechábamos: la distancia emocional e intelectual del conjunto de la sociedad con los dogmas comunistas era total e irreversible.



La tercera, fue la llamada perestroika, una reforma del Estado que incluía la descentralización y la transmisión de la autoridad a muchos tecnócratas, mientras reforzaba ciertos mecanismos de mercado. Tampoco dio resultado. Parecía que el régimen comunista había llegado a un insuperable nivel e incompetencia.



Gorbachov, no obstante, en 1987 publicó un libro que se convertiría en un bestseller: Perestroika. En Cuba, Raúl Castro, ministro de Defensa, lo hizo traducir inmediatamente al español, de lo que se ocupó su secretario, un experto en la cultura eslava, y lo repartió profusamente entre el estamento militar. Poco después, Fidel, guiado por su infatigable instinto represivo, ordenó la recogida de la edición. No era conveniente que semejante texto estuviera en manos cubanas. Raúl, claro, obedeció en el acto, pero continuó rumiando su contenido.



Durante toda su vida, Raúl Castro había vivido como un apéndice intelectual y físico de su hermano mayor. Desde la adolescencia, cuando sus padres se lo entregaron a Fidel para que intentara que terminara sus estudios, Raúl se había acostumbrado a obedecerlo y a admirarlo. Fidel no consiguió graduarlo de la universidad, pero lo arrastró al ataque al Moncada, al desembarco del Granma, a la lucha guerrillera y lo convirtió en el segundo de a bordo, colocándolo al frente de las Fuerzas Armadas para evitar conspiraciones o el surgimiento de líderes alternos. Raúl había vivido exitosamente la vida que su hermano le había diseñado. Fidel lo había dotado de ideas y de impulsos.



En esa época –años ochenta–, bajo la influencia de la perestroika, quizás convencido de la inevitabilidad del cambio dentro de los países comunistas, Raúl envió a varias docenas de sus oficiales mejor educados a que adquirieran una buena formación como gerentes de empresas en universidades europeas de buena calidad, y luego los puso al frente del creciente sector productivo directamente controlado por las Fuerzas Armadas, parque empresarial que hoy acapara en torno al 50 por ciento del PIB nacional y abarca desde la agricultura hasta la industria hotelera.



En el verano de 2006, ocurrió algo previsible, pero impensable en las sociedades dirigidas por un endiosado caudillo: Fidel Castro enfermó gravemente y debió entregarle el poder a su hermano, el general Raúl Castro. El riesgo de morir era muy alto. No obstante, Fidel, como sabemos, no murió, pero quedó gravemente enfermo e incapacitado para ejercer como Presidente. Conservó, sin embargo, la autoridad política total sobre el régimen, un tácito poder de veto, aunado a la autoridad moral y psicológica sobre su hermano, lo que le ha permitido impedir cualquier desviación sustancial de las líneas maestras impuestas por él al país desde hace más de medio siglo.



En todo caso, los dos hermanos tienen personalidades muy diferentes. Raúl, aunque podía matar incluso con mayor frialdad que Fidel, era una persona más jovial y realista, nada carismática, con sentido de sus propias limitaciones y dispuesta a gobernar colegiadamente con el concurso de sus subordinados. Por eso, desde que asumió la presidencia del país dejó en claro que prepararía las cosas para que la sucesión se produjera dentro de las instituciones del sistema comunista: el Partido asumiría las funciones de control y ahí se transmitiría ordenadamente la autoridad tras su muerte.



Por supuesto, antes de que se llegara a ese punto, Raúl se propuso organizar y aumentar sustancialmente la producción para que la sociedad cubana comprobara que en la Cuba del poscastrismo, de la cual él era la primera muestra, era posible prosperar y superar las inmensas carencias que padecía el país.



Ésa era una de las principales diferencias entre los dos hermanos. Fidel negaba la terrible realidad material en que vivían los cubanos. Cuando Fidel se refería a Cuba sólo veía una sociedad de niños educados y con acceso a un extendido sistema de sanidad, y con un Estado solidario dedicado a la solidaridad universal con los necesitados de todo el planeta. Cuando Raúl se refería a Cuba, contemplaba millones de personas mal alimentadas, cobijadas en viviendas semidestruidas, con acceso muy precario a los servicios de agua, electricidad, comunicaciones y transporte. Raúl pensaba que el sistema sólo podía consolidarse tras la desaparición de la generación del 53, la que hizo la revolución, si esas miserias materiales eran eliminadas.



Él pensaba que podía llevar a cabo esa labor. No era, como Fidel, una persona desorganizada y caótica, sino alguien metódico, capaz de trabajar en equipo, que durante 47 años había sido un competente ministro de Defensa, capaz de convertir a unos cuantos guerrilleros sin instrucción militar (él mismo incluido), en el noveno ejército del mundo, triunfador en Angola y Etiopía, como ocurrió a lo largo de la década de los setenta.



Incluso, tenía otra experiencia notable: tras la desaparición del subsidio soviético, Raúl había sido capaz de reducir las fuerzas armadas cubanas a un tercio de lo que fueron en su momento de mayor esplendor, cancelando casi totalmente a la Marina y a la Fuerza Aérea, que sólo conservó un par de escuadrones con capacidad de combate.



Lo que Raúl no entendía es que dirigir un ejército es mucho más fácil que dirigir exitosamente el tejido empresarial de una sociedad moderna. Un ejército es una organización vertical, basada en la obediencia ciega, cuya función es el ejercicio de la fuerza. Su eficiencia se mide por su capacidad para destruir, controlar o intimidar. Eso sólo depende de los medios de que disponga, de las reglas que lo organizan y del liderazgo de los jefes.



El tejido empresarial, por el contrario, está condicionado por la necesidad de rendir beneficios. Debe recibir unos insumos, producir bienes o servicios, satisfacer a los consumidores y generar beneficios para mantener el aparato productivo, crecer, invertir, innovar y continuar incesantemente el ciclo que exige el proceso de creación de riqueza. Por eso a un ejército le toma un minuto destruir un puente, y a la sociedad le toma un año construirlo.



A partir del verano de 2006, Raúl Castro está descubriendo la inmensa diferencia que hay entre las dos tareas. Mientras las empresas necesitan tomar decisiones de manera autónoma, basadas en su realidad y en las que el impulso psicológico que moviliza a los trabajadores no es la obediencia ciega a los jefes, sino sus propios intereses materiales, los ejércitos operan de manera absolutamente diferente. Cuando Raúl Castro era ministro de Defensa le daba una orden a un general y éste solía cumplirla a rajatabla, hoy puede dar la orden de que se produzcan más gomas de autos o más planchas de zinc y, al cabo de cierto tiempo, podrá observar que su instrucción ha sido parcial o totalmente ignorada o, incluso, advertirá que lo han engañado, y las metas supuestamente cumplidas jamás se han alcanzado. Para mayor contrariedad, mientras en el Ejército podía mandar a la cárcel o al paredón a quien le tomara el pelo, en el mundo empresarial, sólo podrá separarlo de su cargo.



Ante esta situación, Raúl, hombre organizado, comenzó su gestión ordenando una minuciosa auditoría de miles de empresas para descubrir por qué el aparato productivo cubano era tan raquítico. Por ahora, las conclusiones a las que va llegando son pavorosas:

· La dirección de las empresas no suele estar en manos de las personas idóneas, sino de los partidarios fieles capaces de recitar los dogmas revolucionarios. El sistema no premia la eficiencia, sino la lealtad partidista.

· La corrupción es rampante. Casi todos los cuadros mienten. El robo dentro de las empresas es la regla, no la excepción.

· La indisciplina laboral y el ausentismo son apabullantes. Los trabajadores no tienen incentivos para trabajador.

· Las plantillas están sobredimensionadas. De un total de cuatro millones de trabajadores, sobran más de un millón. Despedirlos es condenarlos a una total marginación, porque el sistema no estimula ni permite la creación de empresas.

· Lo que en mal castellano llaman la planta física suele estar en un estado terrible de atraso y deterioro como consecuencia de la falta de mantenimiento y de inversiones y no hay recursos para mejorarla.



Sin embargo, todavía Raúl Castro no ha descubierto otras razones que explican el fracaso del aparato productivo cubano. Está hoy exactamente en el mismo punto en el que se encontraba Gorbachov a fines de los ochenta. La producción de azúcar ha caído a niveles de hace más de cien años, y el país, en plena degradación material, ni siquiera puede alimentarse. ¿Por qué? Por seis razones que no puede resolver con el modo comunista de producción:

1. Sin una moneda fuerte que mantenga su valor y poder adquisitivo, las transacciones económicas son como arar en el mar.

2. Sin propiedad privada, los individuos no conservan la riqueza material creada ni se esfuerzan en crear más. El “bien público” es una risueña entelequia. Sin empresa privada, no hay desarrollo.

3. Sin un sistema de precios regidos por la oferta y la demanda, es imposible asignar eficazmente los recursos disponibles. Los precios fijados por el mercado son el lenguaje con que, espontáneamente, se expresa la economía. Esto no es un caprichoso dogma ideológico, sino una observación mil veces confirmada en el mundo real.

4. Sin libertad económica y sin reglas claras que faciliten la creación de empresas, obstaculicen la corrupción y premien el ahorro y la inversión local y extranjera, jamás se dará la generación de riquezas de forma sistemática.

5. Sin un ordenamiento jurídico y un poder judicial eficaz, equitativo e independiente que resuelva los inevitables conflictos, castigue a los culpables, proteja los derechos de las personas y dé seguridades, no es posible el sostenimiento de una sociedad próspera.

6. Sin transparencia y rendición de cuenta de los actos de gobierno, y sin funcionarios colocados bajo la autoridad de la ley, guiados por la meritocracia y legitimados en elecciones periódicas, tampoco se consigue alcanzar unas cotas decentes de desarrollo.



¿Está listo Raúl Castro para admitir estas amargas verdades o prefiere seguir poniendo parches inútiles que no evitan el hundimiento de la nave? En su momento, Raúl dijo que no lo habían “elegido” para enterrar a la Revolución, sino para mejorarla. A estas alturas, ya sabe que eso es imposible. Es el mismo dilema que Gorbachov debió enfrentar: o renuncia al disparatado modelo comunista o se empeña en mantenerlo y destroza a Cuba aún más. Hasta ahora todo indica que Raúl prefiere morir en el error aunque les deje a los cubanos un país en ruinas. Eso se llama ensañamiento.

martes, 8 de junio de 2010

Para que no se repita

La herida abierta del 5 de junio de 2009


Paco Muguiro Ibarra S.J.


Ha pasado un año y los awajum y wampis han querido conmemorar, eso es, conmemorar, traer a la memoria, volver a recordar los hechos ocurridos ese trágico día 5 de junio de 2009, donde perdieron la vida innecesariamente e injustamente 34 peruanos y todavía se encuentra uno desaparecido. Y lo han querido conmemorar y seguramente lo harán todos los años PARA QUE NO SE REPITA. A esta conmemoración se han unido las familias de los policías fallecidos y el papá del mayor Felipe Bazán, con la misma intención, y si hubiéramos podido, nos hubiéramos unido todos los peruanos/as de todas las regiones del país, con la misma intención: PARA QUE NO SE REPITA.
Y con muy buen criterio, las organizaciones nativas no han querido que se convierta en un acto político, que la Curva del Diablo, en este día, estando a cuatro meses de unas elecciones, se convirtiera en un estrado de campaña electoral. Se oía decir que venía Ollanta Humala, que vendrían algunos congresistas, nadie iba a permitírseles tomar la palabra, para que no se hiciera de ese espacio, casi sagrado, una cancha electoral. No querían banalizar, no querían faltar el respeto a las familias de los caídos, viudas y huérfanos irrazonablemente solos, y tampoco querían jugar con un acontecimiento que conmovió al país entero. Todo el país tendría puesta la mirada en esa tristemente famosa curva.
Han querido pasar la noche del 4 al 5 en una vigilia de reflexión, de oración para revertir lo ocurrido hacia un año, y que donde hubo desentendimiento hubiera entendimiento y donde hubo desacuerdo hubiera acuerdo y donde hubo distancia hubiera cercanía y donde hubo lucha fratricida, hubiera reconciliación. Ojalá se haya conseguido y empecemos a revertir, a sanar el quiebre, la fragmentación no sólo de lo que pasó en Bagua, sino del país entero.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación nos dijo muchas verdades con minúscula y una verdad con mayúscula: los 20 años de la violencia política han mostrado a un país quebrado, fragmentado, a un país donde la injusticia hace que vivamos como ciudadanos de primera, de segunda y de tercera. Bagua ha mostrado lo mismo: un país quebrado, donde las distancias entre unos y otros nos hacen desconocidos entre nosotros. Lo que más le dolía a los indígenas, cuando vieron que para desalojarlos les tiraban bala, era que los trataban como enemigos, como de fuera, como ciudadanos de otro país y en guerra.
Pero esa distancia no se hizo el día 5, no se hizo en este gobierno, ese quiebre y esa distancia viene de lejos. Años de olvido, años de exclusión, años en que se considera la Amazonía como espacio vacío para ocupar, para explotar, para depredar, primero el caucho, después el petróleo y el gas, usando sus ríos como basurales “Durante los siguientes treinta años (desde 1974) más del 95% de los 1.118,174 barriles diarios de las altamente tóxicas aguas de producción de los pozos de los lotes 8 y 1AB fueron vertidos directamente a los ríos y quebradas…”Suplemento de La República, Revista Agraria, 118 Cepes, Febrero del 2010) y siempre la depredación de la madera, dejando la caoba y el cedro como especies en extinción: “… la producción de madera aserrada creció en 85%. Del año 2001 al 2007” (Ibid)
Las leyes inconstitucionales dadas por Alan García e inconsultas, el perro del hortelano repetido durante más de un año, los ciudadanos de segunda, y hoy mismo en sus declaraciones, como para cerrar la herida, mentía diciendo que lo del 5 de junio “fue una emboscada usando armas de largo alcance”, cuando todo el mundo sabe que los nativos no tenían armas de fuego, el Congreso retrasando y retrasando irresponsablemente las decisiones, justo el mismo día cuatro, confirma y profundizan esa distancia, son expresiones de ese país fragmentado, quebrado y de esa lejanía de unos peruanos con otros. Esos dolorosos 34 muertos y un desaparecido son el resultado de un país que no se entiende asimismo. Por eso la reconciliación de la vigilia de esa noche, no es sólo la reconciliación de un acto aislado, que pasó por la mala gestión de unas autoridades, sino que tendría que ser parte de la reconciliación de un país que se encuentra distante por la inequidad y el racismo.
Dios quiera que esas muertes sirvan de algo y se conviertan en semillas de encuentro y reconciliación, y vayamos todos cerrando la herida.



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Informe de Piura- Alfredo Barnechea

Informe de Piura
Alfredo Barnechea
PIURA | LIMA | Acaso la historia del Perú comienza en Piura. Perú, dijo Raúl Porras, no es vocablo quechua ni español sino "fruto mestizo de la tierra". Por tanto, como lo conocemos, ese fruto maduró en Cajamarca pero comenzó en Piura. Pizarro la fundó a orillas del Chira, en Tangarará. Se mudó poco después al valle, a un lugar llamado Pirua, que significaba -escribió Aurelio Miró Quesada en "Costa, Sierra y Montaña"- "granero" en aimara.

Piura está vinculada, además, de una manera casi sentimental a la historia del Perú. Es la cuna del héroe epónimo, Miguel Grau. Acabo de volver a visitar en Paita la casa de Manuelita Sáenz, la mujer predilecta de Bolívar.

El territorio de Piura, 35,892 kilómetros cuadrados, es el 2,8 por ciento del territorio nacional. Puede parecer poco, pero es idéntico al de Taiwán, que es la economía número 26 del mundo (o 33 veces Hong Kong, si se quiere otro ejemplo).

En población, es el segundo departamento del Perú. Repite casi exactamente el promedio nacional de urbanización: tres de cuatro habitantes vive en una ciudad, y uno en el campo.

En todo el Eje Norte, las capitales concentran la mayoría de la población. Piura es más "descentralizada", más repartida entre todas sus ciudades. La "ciudad-Piura" es un radio de varias ciudades. El producto bruto del departamento es el cuarto del país. Si fuese un país, su PBI sería semejante al de Ruanda.

Esas cifras esconden una extraordinaria riqueza potencial. Estas son algunas de las "plataformas de despegue" que podría tener Piura la próxima década:

. Una agricultura en la que el algodón histórico ha sido reemplazado por una oferta diversificada que va de limones y mangos a uva, pasando por banano orgánico.

. El proyecto del Alto Piura, con las aguas del Huancabamba, creará una cantidad de hectáreas equivalente a un nuevo valle costeño, además de electricidad.

. Talara, la zona histórica de petróleo en el Perú, podría afirmarse con el gas como el proveedor de energía de todo el Eje Norte.

. Ya tiene etanol. A eso deberían sumarse otras energías renovables, como la eólica en el desierto de Sechura.

. Bayóvar, que cuenta con una de los grandes puertos naturales del Perú (y donde Cementos Pacasmayo ha declarado haber encontrado reservas similares a las de la empresa brasileña Vale), podría ser un polo petroquímico.

. A ello se sumaría el eventual tren de Cajamarca a Bayóvar promovido por ese gran pionero que es Alberto Benavides.

. El eje multimodal de IIRSA, que conectará el Atlántico con el Pacífico, desde Belem do Pará a Paita, crea- rá un corredor económico gravitante. Manaos es una ciudad "artificial", que importa mucho más de lo que exporta, y trae sus principales insumos en un largo viaje del Asia a puertos de California, de ahí por tren o camión a la Florida, y de allí en avión al Amazonas. Esto puede reemplazarse por Asia-Paita-Manaos.

. Paita podría ser no sólo un "hub" logístico, sino una plataforma de transformación industrial. Deberíamos interesar a empresas chinas que comienzan a tener problemas de exportación a Estados Unidos, para usar desde Paita el TLC. Los Ceticos (que no han funcionado del todo), si se extienden más allá del 2012 los beneficios, podrían ser ese "hub" industrial.

Este horizonte está nublado, como en otras zonas del país, por "asimetrías" regionales: la Sierra (Huancabamba, Ayabaca y parte de Morropón) no avanza a la misma velocidad que la Costa. Asimismo, la pobreza sigue siendo relativamente alta, persiste el analfabetismo (por encima del promedio nacional) y 7 de cada 10 piuranos no tiene ningún seguro de salud. Un ausente del eventual despegue: la minería. Un proyecto, Tambogrande, fue paralizado (y sustituido por minería informal) y otro, Majaz, está en trance de serlo.

Esta es la repetición de un problema generalizado en el Perú, de una ecuación no resuelta en torno al reparto de la "renta natural" (entre recursos naturales, demandas ecológicas y reclamos locales).

Por lo que voy a terminar con un tema aparentemente remoto. Africano. Con Nigeria.

Nigeria nada en petróleo (80 por ciento de sus ingresos públicos) pero no tiene desarrollo. En la zona donde se origina la mayor parte del petróleo, en el Delta del Níger, la población vive en estado crónico de pobreza, sin servicios básicos. La inestabilidad genera ataques constantes a las instalaciones petrolíferas, lo que ha hecho que la producción sea 40 por ciento menor cada año.

Esta semana, el gobierno de Nigeria anunció que entregaría a los habitantes del Delta el 10 por ciento de la propiedad de los activos. Cerca de medio "trillón" de dólares podría ser repartido a las comunidades involucradas, sólo en el primer año. Todos sus habitantes podrían tener un beneficio "en efectivo", que podrían usar individualmente o para proyectos comunitarios. Falta ver qué pasa con el reclamo de otras comunidades que reciben beneficios indirectos del petróleo. ¿Esa riqueza es sólo de los habitantes del Delta del Níger, o de todos los nigerianos?

Pero es una iniciativa parecida a lo que ocurre en Alaska, y que ya se ha discutido en el Perú. ¿Qué habría pasado si cada habitante de Tambogrande hubiera cobrado un cheque mensual?

En el Perú esta discusión sobre la "renta natural" debió ser zanjada por el canon, pero no ha sido así.

Conclusión: más allá de todos los problemas, Piura, como todo el Eje Norte, tiene una extraordinaria "ventana de oportunidad" de desarrollo.
PIURA | LIMA | Acaso la historia del Perú comienza en Piura. Perú, dijo Raúl Porras, no es vocablo quechua ni español sino "fruto mestizo de la tierra". Por tanto, como lo conocemos, ese fruto maduró en Cajamarca pero comenzó en Piura. Pizarro la fundó a orillas del Chira, en Tangarará. Se mudó poco después al valle, a un lugar llamado Pirua, que significaba -escribió Aurelio Miró Quesada en "Costa, Sierra y Montaña"- "granero" en aimara.

Piura está vinculada, además, de una manera casi sentimental a la historia del Perú. Es la cuna del héroe epónimo, Miguel Grau. Acabo de volver a visitar en Paita la casa de Manuelita Sáenz, la mujer predilecta de Bolívar.

El territorio de Piura, 35,892 kilómetros cuadrados, es el 2,8 por ciento del territorio nacional. Puede parecer poco, pero es idéntico al de Taiwán, que es la economía número 26 del mundo (o 33 veces Hong Kong, si se quiere otro ejemplo).

En población, es el segundo departamento del Perú. Repite casi exactamente el promedio nacional de urbanización: tres de cuatro habitantes vive en una ciudad, y uno en el campo.

En todo el Eje Norte, las capitales concentran la mayoría de la población. Piura es más "descentralizada", más repartida entre todas sus ciudades. La "ciudad-Piura" es un radio de varias ciudades. El producto bruto del departamento es el cuarto del país. Si fuese un país, su PBI sería semejante al de Ruanda.

Esas cifras esconden una extraordinaria riqueza potencial. Estas son algunas de las "plataformas de despegue" que podría tener Piura la próxima década:

. Una agricultura en la que el algodón histórico ha sido reemplazado por una oferta diversificada que va de limones y mangos a uva, pasando por banano orgánico.

. El proyecto del Alto Piura, con las aguas del Huancabamba, creará una cantidad de hectáreas equivalente a un nuevo valle costeño, además de electricidad.

. Talara, la zona histórica de petróleo en el Perú, podría afirmarse con el gas como el proveedor de energía de todo el Eje Norte.

. Ya tiene etanol. A eso deberían sumarse otras energías renovables, como la eólica en el desierto de Sechura.

. Bayóvar, que cuenta con una de los grandes puertos naturales del Perú (y donde Cementos Pacasmayo ha declarado haber encontrado reservas similares a las de la empresa brasileña Vale), podría ser un polo petroquímico.

. A ello se sumaría el eventual tren de Cajamarca a Bayóvar promovido por ese gran pionero que es Alberto Benavides.

. El eje multimodal de IIRSA, que conectará el Atlántico con el Pacífico, desde Belem do Pará a Paita, crea- rá un corredor económico gravitante. Manaos es una ciudad "artificial", que importa mucho más de lo que exporta, y trae sus principales insumos en un largo viaje del Asia a puertos de California, de ahí por tren o camión a la Florida, y de allí en avión al Amazonas. Esto puede reemplazarse por Asia-Paita-Manaos.

. Paita podría ser no sólo un "hub" logístico, sino una plataforma de transformación industrial. Deberíamos interesar a empresas chinas que comienzan a tener problemas de exportación a Estados Unidos, para usar desde Paita el TLC. Los Ceticos (que no han funcionado del todo), si se extienden más allá del 2012 los beneficios, podrían ser ese "hub" industrial.

Este horizonte está nublado, como en otras zonas del país, por "asimetrías" regionales: la Sierra (Huancabamba, Ayabaca y parte de Morropón) no avanza a la misma velocidad que la Costa. Asimismo, la pobreza sigue siendo relativamente alta, persiste el analfabetismo (por encima del promedio nacional) y 7 de cada 10 piuranos no tiene ningún seguro de salud. Un ausente del eventual despegue: la minería. Un proyecto, Tambogrande, fue paralizado (y sustituido por minería informal) y otro, Majaz, está en trance de serlo.

Esta es la repetición de un problema generalizado en el Perú, de una ecuación no resuelta en torno al reparto de la "renta natural" (entre recursos naturales, demandas ecológicas y reclamos locales).

Por lo que voy a terminar con un tema aparentemente remoto. Africano. Con Nigeria.

Nigeria nada en petróleo (80 por ciento de sus ingresos públicos) pero no tiene desarrollo. En la zona donde se origina la mayor parte del petróleo, en el Delta del Níger, la población vive en estado crónico de pobreza, sin servicios básicos. La inestabilidad genera ataques constantes a las instalaciones petrolíferas, lo que ha hecho que la producción sea 40 por ciento menor cada año.

Esta semana, el gobierno de Nigeria anunció que entregaría a los habitantes del Delta el 10 por ciento de la propiedad de los activos. Cerca de medio "trillón" de dólares podría ser repartido a las comunidades involucradas, sólo en el primer año. Todos sus habitantes podrían tener un beneficio "en efectivo", que podrían usar individualmente o para proyectos comunitarios. Falta ver qué pasa con el reclamo de otras comunidades que reciben beneficios indirectos del petróleo. ¿Esa riqueza es sólo de los habitantes del Delta del Níger, o de todos los nigerianos?

Pero es una iniciativa parecida a lo que ocurre en Alaska, y que ya se ha discutido en el Perú. ¿Qué habría pasado si cada habitante de Tambogrande hubiera cobrado un cheque mensual?

En el Perú esta discusión sobre la "renta natural" debió ser zanjada por el canon, pero no ha sido así.

Conclusión: más allá de todos los problemas, Piura, como todo el Eje Norte, tiene una extraordinaria "ventana de oportunidad" de desarrollo.