sábado, 12 de marzo de 2011

El Cálculo del Consenso

EL CÁLCULO DEL CONSENSO
Jesús Castillo More(*)
Si mi candidato preferido no está entre los cuatro con mayores posibilidades según los sondeos previos de las encuestadoras, debo decidir si persisto en votar por mi elegido y renuncio a influir en el resultado general que me impondrá alguien que no es de mi agrado, o si me resigno a una solución de “second best”, es decir, apoyar al que considero es el mejor entre los que tienen más chance para la mayoría.
La primera alternativa dejará tranquila mi conciencia, al costo que llegue al poder alguien elegido por los otros electores, que puede ser el que está en el último lugar de mis preferencias.
La segunda alternativa no garantiza que mi segundo mejor candidato salga elegido, por la sencilla razón que mi voto individual es una gota en el océano.
Descubro así, que a diferencia de lo que sucede cuando elijo entre una manzana y un durazno, en un proceso político, mis preferencias pueden verse doblemente frustradas: mi candidato preferido no llegó entre los cuatro primeros y tampoco resulta elegido el de mi preferencia entre los cuatro primeros elegido por los otros electores.
El cálculo del consenso en los procesos electorales, es complejo, porque en un proceso de elección colectiva, incluso un grupo de tres personas puede llegar a resultados diferentes según el orden de sus preferencias. Este caso se conoce como la paradoja de la votación de Arrow, que dio lugar al surgimiento de una nueva rama de la teoría económica, conocida como la teoría de la elección pública, que explica porqué la mayoría de candidatos ahora se postula como de centro, para captar los votos de los indecisos de izquierda y derecha.
Si en una familia de tres, el padre, la madre y el hijo tienen distintas preferencias se puede dar el caso siguiente:
Entre los candidatos T, C y K, el padre prefiere a T, luego a K y finalmente a C.
La esposa prefiere a C, luego T y tercero K.
El hijo prefiere a K, luego a C y finalmente T.
Con este orden de preferencias, encontramos que en una confrontación entre T y K, el padre y la madre votan por T y el hijo vota por K y por lo tanto gana T.
Entre T y C, la madre y el hijo votan por C y el padre por T, gana C.
Entre C y K, el padre y el hijo votan por K y la madre por C, gana K.
Si este puede suceder en un grupo de tres ¿Qué pasará a nivel de todo el país?
La moraleja es que la ciudadanía debe ordenar bien sus preferencias electorales, evaluando bien los pros y contras de cada candidato y su programa de gobierno, ejerciendo su voto en forma responsable, lo que conduce a alcanzar consenso.
Por mi parte, he decidido mantener mi voto de conciencia, en la esperanza que así lo hagan la mayoría de ciudadanos, de modo de dejar en offside a las encuestadoras, que tendrán que limitarse a esperar el resultado de las ánforas.
(*) Magister en Economía