jueves, 28 de marzo de 2013


Los banqueros hunden a Chipre
Por: Paul Krugman | 28 de marzo de 2013
¿Qué tienen las islas de la periferia de Europa?
¿Hay alguna peculiaridad psicológica en la combinación de proximidad e ilusión de aislamiento que las lleva a convertirse en refugio de bancos descontrolados? Las mentes inquietas quieren saber.
En cualquier caso, la historia de 
Chipre tiene paralelismos evidentes con las de Islandia eIrlanda, con el ingrediente adicional del BDMR (blanqueo de dinero de las mafias rusas). Las tres naciones isleñas experimentaron una oleada de crecimiento rápido mientras su condición de refugios para los bancos las dotaban de unos sistemas bancarios demasiado grandes para ser salvados. Los bancos de Islandia, en el momento de máximo apogeo, tenían unos activos que equivalían al 980% del producto interior bruto; los de Irlanda representaban el 440%. Chipre, con un 800% aproximadamente, estaba más cerca de Irlanda en este sentido.
En los tres casos, la banca sin control fue el origen de la crisis (aunque no todo el mundo parece ver esto, ni siquiera ahora). Sea como sea, la pregunta es qué hacer al respecto.
Islandia capeó la crisis sufriendo menos daños que Irlanda, por dos motivos. Primero, permitió que sus bancos no pagasen las deudas que tenían con los acreedores extranjeros, incluidos los depósitos en cuentas en paraísos fiscales. Segundo, contaba con la flexibilidad que le confería el hecho de tener su propia moneda.
La ventaja monetaria de Islandia contribuyó al ajuste real de la economía; también permitió cierta represión financiera poco inquietante, porque la devaluación de la corona (unida a los controles temporales sobre el capital) condujo a un breve repunte de la inflación que erosionó el valor real de los depósitos. Los ahorradores se vieron perjudicados, pero con unos bancos que habían crecido hasta representar 10 veces el PIB, eso tenía que pasar de un modo u otro.
Chipre, por desgracia, parece estar haciéndolo muy mal. Para ser justos, el gravamen propuesto a los depositantes era en realidad más pequeño que las pérdidas reales que asumieron los depositantes islandeses (y también tuvieron pérdidas en sus depósitos en divisas). Pero esto no es más que el principio. Incluso aplicando ese impago efectivo a los depósitos, Chipre necesitará un enorme préstamo de la troika y las condiciones de este préstamo serán unas drásticas medidas de austeridad. Esto parece el principio de un sufrimiento interminable e inconcebible.
¡Que vienen los rusos!
¿En qué medida es problemático el factor ruso en la crisis de Chipre? En buena medida, por lo que parece. En Financial Times, la bloguera financiera Izabella Kaminska informaba sobre unos cálculos que indican que en los bancos de Chipre hay 19.000 millones de euros de depósitos de ciudadanos rusos, cantidad que supera el PIB del país. Aunque no soy un experto en este tema, me pregunto si esa cifra se queda corta; dado lo que creemos que sabemos acerca de la naturaleza de gran parte de este dinero ruso, ¿realmente se está declarando todo el dinero ruso que hay?
Permítanme señalar algo más general: ya hemos visto cómo tres naciones isleñas de Europa se convertían en enormes centros bancarios internacionales en relación con sus PIB y luego entraban en crisis porque sus economías nacionales no tenían los recursos necesarios para rescatar esos sistemas bancarios metastásicos si algo salía mal. Esto indica claramente, al menos en mi opinión, que tenemos un problema fundamental con toda la arquitectura (por usar una palabra que está de moda) de las finanzas internacionales.
A menos que se hayan tragado las ideas de la escuela de pensamiento de “fue Barney Frank”, se darán cuenta de que la crisis mundial de 2008 fue posible esencialmente gracias a la erosión de la regulación bancaria eficaz. Como ha documentado el economista Gary Gorton, hubo un “periodo tranquilo” de 70 años después de la Gran Depresión en el que los países avanzados tuvieron muy pocos altercados financieros importantes; Gorton sostiene, y la mayoría de nosotros está de acuerdo con él, que la clave de esa tranquilidad radica en un sistema financiero regulado y limitado que también ponía coto a las oportunidades de apalancamiento no bancario excesivo.
 Pero esta regulación dependía a su vez, en un grado importante, de los flujos de capital internacionales; de otro modo, las normas fijadas en Washington o cualquier otro lugar se habrían pasado por alto en paraísos como, bueno, Chipre. Y una vez que esos controles de capital empezaron a flexibilizarse en los años setenta, entramos en una época de crisis financieras cada vez más grandes que empezaron en Latinoamérica, luego se trasladaron a Asia y finalmente golpearon el mundo entero.
¿Y qué vamos a hacer al respecto? Chipre, como país de la eurozona, debería en realidad formar parte de una red de seguridad que abarcase la zona euro y estuviese respaldada por una regulación adecuada; es de locos imaginar que el euro pueda funcionar indefinida y exclusivamente con las garantías de depósitos nacionales. Pero las garantías de depósitos por parte de la eurozona no parecen estar sobre la mesa (y de todas formas, hay muchos otros Chipres en potencia por ahí).
Todo lo cual hace que surja la pregunta de si la época del libre movimiento de capitales es solo una burbuja, condenada a terminar uno de estos años, puede que pronto.
© 2013 New York Times
Traducción de News Clips.


domingo, 24 de febrero de 2013


Suban el salario mínimo ya
El presidente Obama expuso varias ideas buenas en su discurso sobre el estado de la Unión. Por desgracia, casi todas ellas exigen gastar dinero y, teniendo en cuenta que los republicanos controlan la Cámara de Representantes, es difícil creer que eso vaya a suceder.
Sin embargo, una de las propuestas más importantes no entrañaría gasto presupuestario alguno: la petición del presidente de aumentar el salario mínimo de 7,25 a 9 dólares, con incrementos posteriores acordes con la inflación. La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿sería esto una buena política? Y la respuesta, quizá sorprendentemente, es un claro sí.
¿Por qué sorprendentemente? Bueno, la economía básica nos dice que seamos muy prudentes respecto a los intentos de legislar los resultados del mercado. Todos los libros de texto —el mío, incluido— exponen las consecuencias no intencionadas que se derivan de políticas como el control de los alquileres o las subvenciones a los precios agrícolas. Y hasta los economistas más liberales, sospecho, estarían de acuerdo en que establecer un salario mínimo de, digamos, 20 dólares la hora crearía muchos problemas.
Pero no estamos hablando de eso. Y hay fuertes razones para creer que la clase de aumento del salario mínimo que el presidente propone tendría efectos extremadamente positivos.
En primer lugar, el nivel actual del salario mínimo es muy bajo, según cualquier criterio razonable. Durante cerca de cuatro décadas, las subidas del salario mínimo han ido muy por detrás de la inflación, de modo que, en términos reales, el salario mínimo es considerablemente más bajo de lo que era en la década de los sesenta del siglo XX. Por otro lado, la productividad del trabajador se ha duplicado. ¿No es hora de subirle el sueldo?
La deducción fiscal y el salario mínimo no son políticas rivales, sino que son políticas complementarias que funcionan mejor en tándem
Ahora bien, se podría alegar que aunque el salario mínimo actual parezca bajo, incrementarlo entrañaría la pérdida de puestos de trabajo. Pero hay pruebas al respecto —muchas, muchas pruebas—, porque el salario mínimo es una de las cuestiones más estudiadas en toda la economía. Da la casualidad de que la experiencia estadounidense brinda muchos ejemplos naturales sobre la cuestión, en los que un Estado aumenta su salario mínimo mientras que otros no lo hacen. Y aunque hay gente que no está de acuerdo, como siempre, la gran mayoría de las pruebas que aportan estos experimentos naturales indican que las subidas del salario mínimo tienen poco efecto sobre el empleo, si es que tienen alguno.
¿Por qué es esto cierto? Es un tema que se sigue investigando, pero una constante en todas las explicaciones es que los trabajadores no son sacos de trigo y ni siquiera apartamentos de Manhattan; son seres humanos, y las relaciones humanas que intervienen en la contratación y en los despidos son inevitablemente más complejas que los mercados de meras materias primas. Y una consecuencia de esta complejidad humana parece ser que los aumentos moderados de los sueldos para los peor pagados no necesariamente reducen el número de puestos de trabajo.
Lo que esto quiere decir, a su vez, es que el principal efecto de un aumento de los salarios mínimos es un aumento de las rentas de estadounidenses que trabajan mucho, pero cobran poco, lo cual es, naturalmente, lo que estamos tratando de conseguir.
Por último, es importante entender cómo interactúa el sueldo mínimo con otras políticas encaminadas a ayudar a los trabajadores peor pagados, en concreto, las deducciones por rendimiento del trabajo. Las deducciones fiscales —que tradicionalmente han contado con el apoyo de los dos partidos, aunque puede que esto se acabe— son también una buena política. Pero tiene un defecto bien conocido: algunos de sus beneficios acaban yendo a parar no a los trabajadores, sino a las empresas, en forma de salarios más bajos. Y ¿lo adivinan? Un aumento del salario mínimo ayuda a corregir este defecto. Resulta que la deducción fiscal y el salario mínimo no son políticas rivales, sino que son políticas complementarias que funcionan mejor en tándem.
Por eso, la propuesta sobre los salarios de Obama es buena economía. Y también es buena política: un aumento de los salarios está apoyado por una mayoría abrumadora del electorado, incluida una fuerte mayoría de mujeres que se identifican como republicanas (aunque no hombres). Pero así y todo, los líderes del Partido Republicano en el Congreso se oponen a cualquier subida. ¿Por qué? Dicen que les preocupa la gente que posiblemente perderá su trabajo, independientemente de las pruebas que demuestran que esto realmente no va a pasar. Pero esto no es creíble.
Y es que los líderes republicanos actuales sienten un claro desdén por los trabajadores con sueldos bajos. Tengan en cuenta que estos trabajadores, aunque trabajen a tiempo completo, no pagan en su mayoría el impuesto sobre la renta (aunque paguen un montón en impuestos sobre la nómina y sobre las ventas), y es posible que reciban subvenciones como Medicaid y cupones canjeables por comida. Y ya saben en qué les convierte esto, en opinión del Partido Republicano: “Sanguijuelas”, miembros del despreciable 47% que, como dijo el candidato a la presidencia Mitt Romney ante gestos de aprobación, no asumen la responsabilidad de su propia vida.
Eric Cantor, presidente de la Cámara de Representantes, nos brindó un ejemplo perfecto de este desdén el pasado Día del Trabajo: decidió conmemorar una fiesta dedicada a los trabajadores enviando un mensaje que no decía absolutamente nada sobre los trabajadores, pero que, en cambio, alababa los esfuerzos de los empresarios.
La buena noticia es que no muchos estadounidenses comparten este desdén; prácticamente todo el mundo, excepto los varones republicanos, cree que los trabajadores peor pagados merecen un aumento de sueldo. Y tienen razón. Deberíamos subir el salario mínimo ya.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008.
© New York Times Service 2013.
Traducción de News Clips.

domingo, 14 de octubre de 2012


¿Triunfo de los que se equivocan?
El Gobierno de Obama se ha equivocado en algunas cosas, pero los republicanos en todo
Description: http://ep01.epimg.net/economia/imagenes/2012/10/12/actualidad/1350059992_922072_1350067691_noticia_normal.jpg
El candidato republicano, Mitt Romney, y su compañero de candidatura, Paul Ryan. / JASON REED (REUTERS)
En estas semanas de cierre de campaña, cada bando quiere hacernos creer que tiene las ideas idóneas para arreglar una economía todavía achacosa. Por eso, esto es lo que necesitan saber: si se fijan en el historial, el Gobierno de Obama se ha equivocado en algunas cosas, principalmente porque era demasiado optimista respecto a las perspectivas de una recuperación rápida. Pero los republicanos han estado equivocados en todo.
En cuanto a ese optimismo fuera de lugar: en un pronóstico ahora famoso de enero de 2009, los economistas que trabajaban para el Gobierno entrante predecían que a estas alturas habríamos dejado atrás la mayoría de los efectos de la crisis financiera y que la tasa de paro estaría por debajo del 6%. Evidentemente, eso no ha sucedido.
¿Por qué se equivocó el Gobierno? No fue por una fe exagerada en el poder de su plan de estímulo; en el informe se predecía una recuperación bastante rápida incluso sin estímulo. En lugar de eso, la gente del presidente Obama no apreció algo que ahora es de sentido común entre los analistas económicos: las crisis financieras severas infligen un daño económico continuado, y se tarda mucho tiempo en recuperarse.
Naturalmente, esta misma observación ofrece una excusa parcial para la prolongada debilidad de la economía. Y la pregunta que deberíamos hacernos teniendo en cuenta esta desagradable realidad es qué políticas ofrecen más posibilidades de arreglar el daño. El bando de Obama defiende un papel activo del Gobierno; su última propuesta económica importante, la Ley sobre Trabajos Estadounidenses, pretendía acelerar la recuperación manteniendo el gasto público y poniendo dinero en manos de la gente con más probabilidades de usarlo. Los republicanos, por otro lado, insisten en que el camino hacia la prosperidad pasa por unos profundos recortes del gasto público. Y los republicanos se equivocan por completo.
Los republicanos insisten en que el camino hacia la prosperidad pasa por profundos recortes del gasto público
La última demostración devastadora de ese desatino nos viene del Fondo Monetario Internacional (FMI), que acaba de publicar sus Perspectivas de la Economía Mundial, un informe que combina la proyección a corto plazo con un revelador análisis económico. Este informe es un documento desalentador y preocupante que nos dice que la economía mundial está significativamente peor de lo previsto y que el riesgo de que se produzca una recesión mundial está aumentando. Pero el informe no es solo pesimista; contiene un análisis pormenorizado de las razones por las que las cosas van tan mal. Y la conclusión a la que llega este análisis es que una parte desproporcionada de las malas noticias provienen de países que persiguen la clase de políticas austeras que los republicanos quieren imponer a Estados Unidos.
Vale, no lo dice exactamente con esas palabras. Lo que el informe dice de hecho es: “La actividad a lo largo de los últimos años ha decepcionado más en las economías con planes de consolidación fiscal más agresivos”. Pero viene a significar lo mismo.
Y es que los líderes republicanos se han aferrado al punto de vista de que recortar el gasto en una economía deprimida —“consolidación fiscal”, en la jerga del FMI— es bueno, y no malo, para la creación de empleo. Poco después de las elecciones de mitad de mandato, la nueva mayoría republicana en la Cámara de Representantes emitió un manifiesto sobre política económica —titulado Gasta menos, debe menos, haz que la economía crezca— que exigía realizar inmediatamente grandes recortes en el gasto y despreciaba la idea de que la consolidación fiscal (sí, empleaba los mismos términos) podía agravar la recesión económica. “Los efectos no keynesianos”, declaraba el manifiesto, lo arreglarían todo.
Bueno, resulta que eso no es ni mucho menos cierto. Lo que el FMI muestra es que los países que más han recortado el gasto son también los países que han experimentado las recesiones económicas más profundas. De hecho, las pruebas indican que el Partido Republicano se equivocaba completamente al rechazar el punto de vista habitual de que los recortes del gasto perjudican a la economía a corto plazo. Los últimos recortes del gasto parecen haber hecho incluso más daño de lo que la mayoría de los analistas —incluso los del propio FMI— preveían.
Si Romney gana las elecciones, los republicanos considerarán que sus ideas se han visto reivindicadas
Y eso nos lleva a la pregunta sobre la forma que adoptará la política económica después de las elecciones. Si Obama gana, presumiblemente volverá a defender un estímulo moderado, encaminado a convertir la recuperación gradual que parece haberse iniciado en una vuelta más rápida al pleno empleo.
Sin embargo, los republicanos se ciñen a una doctrina económica que ha demostrado ser falsa, y de hecho desastrosa, en otros países. Tampoco es probable, a juzgar por la experiencia, que cambien de punto de vista. Al fin y al cabo, los hechos nunca se han interpuesto en el camino de la ortodoxia republicana en ningún otro aspecto de la política económica. El partido sigue oponiéndose a una regulación financiera efectiva a pesar de la catástrofe de 2008; sigue obsesionado con los peligros de la inflación a pesar de los años de falsas alarmas. De modo que no es probable que renuncie a sus opiniones políticamente convenientes respecto a la creación de empleo.
El caso es que si Mitt Romney gana las elecciones, el Partido Republicano seguramente considerará que sus ideas económicas se han visto reivindicadas. En otras palabras, es posible que cosas políticamente buenas estén a punto de pasarles a unas ideas muy malas. Y si la cosa acaba así, los ciudadanos estadounidenses pagarán el pato.
Paul Krugman es profesor de Princeton y premio Nobel de 2008.
© New York Times Service 2012.
Traducción de News Clips.
EN EL PAÍS
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OPINIÓN
La mistificación monetaria
Tanto los temores como la euforia ante la actuación de los bancos centrales son injustificados
Los bancos centrales de ambos lados del Atlántico adoptaron medidas extraordinarias de política monetaria en septiembre: la tan esperada QE3 (tercera dosis de flexibilización monetaria por parte de la Reserva Federal estadounidense) y el anuncio del Banco Central Europeo sobre la compra ilimitada de bonos de los Gobiernos de los países con dificultades de la Eurozona. Los mercados respondieron con euforia. En EE UU, por ejemplo, los precios de las acciones alcanzaron sus niveles máximos desde la recesión. Otros, especialmente quienes se ubican en la derecha política, se mostraron preocupados por la posibilidad de que las recientes medidas monetarias aumenten la inflación en el futuro y provoquen un gasto gubernamental desenfrenado.
El hecho es que tanto los temores de los críticos como la euforia de los optimistas son injustificados. Con tanta capacidad productiva actualmente infrautilizada y con perspectivas económicas tan sombrías a corto plazo, el riesgo de una inflación grave es mínimo.
De todas formas, las acciones de la Reserva Federal y el BCE enviaron tres mensajes que deben dar un respiro a los mercados. En primer lugar, que las acciones previas no han funcionado; de hecho, los bancos centrales más importantes son en gran parte responsables de la crisis, pero su capacidad para revertir sus errores es limitada.
En segundo lugar, la decisión de la Reserva Federal de mantener los tipos de interés en niveles extraordinariamente bajos hasta mediados de 2015 implica que no espera una pronta recuperación. Ello debería ser una señal de aviso para Europa, cuya economía es actualmente mucho más débil que la estadounidense.
Mayor liquidez si se mantienen las políticas de austeridad no reavivará la economía española
Finalmente, la Reserva Federal y el BCE indicaron que los mercados por sí solos no propiciarán un rápido regreso al pleno empleo. Es necesario un estímulo. Eso debería servir de réplica a quienes exigen exactamente lo opuesto tanto en Europa como en EE UU: mayor austeridad.
Pero el estímulo necesario —en ambos lados del Atlántico— es de carácter fiscal. La política monetaria ha demostrado ser ineficaz y es improbable que más de lo mismo consiga devolver a la economía al sendero del crecimiento sostenible.
En los modelos económicos tradicionales la mayor liquidez produce más crédito —en su mayoría para los inversores y a veces para los consumidores—, lo que incide positivamente en la demanda y el empleo. Pero consideren un caso como el español, donde tanto dinero ha huido del sistema bancario —y continúa haciéndolo mientras Europa juguetea con la puesta en marcha de un sistema bancario común—. Limitarse a inyectar liquidez mientras se continúa con las actuales políticas de austeridad no reavivará la economía española.
Además, en EE UU los bancos más pequeños, que financian en gran medida a las pequeñas y medianas empresas, fueron abandonados a su suerte. El Gobierno federal —tanto durante la presidencia de George W. Bush como la de Barack Obama— destinaron cientos de miles de millones de dólares a apuntalar a los megabancos, al tiempo que dejaban que centenares de estas entidades de crédito más pequeñas, aunque de fundamental importancia, quebraran.
El crédito seguiría limitado incluso si los bancos gozaran de mayor salud
Pero el crédito seguiría siendo limitado incluso si los bancos gozaran de mejor salud. Después de todo, las pequeñas empresas dependen de los créditos con avales, y el valor de los bienes inmuebles —el aval más habitual— aún se mantiene a un tercio de sus niveles precrisis. Además, dada la magnitud del stock de viviendas sin vender, los bajos tipos de interés no harán subir el precio de los inmuebles y mucho menos inflar otra burbuja de consumo.
Por supuesto, no pueden descartarse efectos marginales: los cambios pequeños en los tipos de interés a largo plazo debido a la QE3 pueden propiciar pequeños aumentos en la inversión; algunos ricos aprovecharán la subida del precio de las acciones para consumir más; y unos pocos propietarios podrán refinanciar sus hipotecas y reducir sus cuotas, lo que también les permitirá consumir más.
Pero la mayoría de los ricos saben que las medidas temporales solo generarán una efímera subida de los precios de las acciones, insuficiente para permitir un aumento significativo del consumo. Más aún, los informes sugieren que pocos de los beneficios de los menores tipos de interés a largo plazo se están filtrando a los propietarios de viviendas; los principales beneficiarios, parece, son los bancos. Muchos de los que desean refinanciar sus hipotecas aún no pueden hacerlo, ya que deben más dinero del que vale la propiedad hipotecada.
En otras circunstancias, EE UU se beneficiaría del debilitamiento del dólar que se deriva de los tipos de interés bajos, una suerte de devaluación competitiva mediante políticas de empobrecer al vecino a expensas de los socios comerciales estadounidenses. Pero dados los bajos tipos de interés europeos y la desaceleración global, es probable que los beneficios sean pequeños incluso en este caso.
A algunos les preocupa que la nueva liquidez conduzca a peores resultados —por ejemplo, un boom de las materias primas que funcionaría en gran medida como un impuesto sobre los consumidores estadounidenses y europeos—. Las personas de mayor edad, que fueron prudentes y mantuvieron su dinero en bonos del Tesoro, verán un descenso en su rendimiento, algo que reducirá aún más su consumo. Y los bajos tipos de interés invitarán a las empresas a invertir en capital fijo, como máquinas muy automatizadas, garantizando que cuando llegue la recuperación generarán relativamente pocos puestos de trabajo. En resumen, los beneficios son, en el mejor de los casos, pequeños.
En Europa, la intervención monetaria tiene un potencial de ayuda mayor, pero el riesgo de empeorar las cosas es similar. Para disipar la ansiedad sobre el despilfarro gubernamental, el BCE incluyó condiciones en su programa de compra de bonos. Pero si las condiciones funcionan como medidas de austeridad —impuestas sin medidas conjuntas significativas para impulsar el crecimiento— serán más semejantes a una sangría: el paciente debe arriesgarse a morir antes de recibir medicinas genuinas. El miedo a perder la soberanía económica hará que los Gobiernos se muestren reacios a pedir ayuda al BCE, y solo si la solicitan habrá efectos reales.
Existe un riesgo adicional para Europa: si el BCE se centra demasiado en la inflación, mientras que la Reserva Federal intenta estimular la economía estadounidense, los diferenciales en los tipos de interés conducirán a una apreciación del euro (al menos en términos relativos a lo que sería si este no fuera el caso), socavando la competitividad y las perspectivas de crecimiento de Europa.
Tanto para Europa como para EE UU, el peligro reside en que los políticos y los mercados crean que la política monetaria puede revivir la economía. Desafortunadamente, su impacto principal en este momento es el de distraer la atención de medidas que verdaderamente estimularían el crecimiento, incluida la política fiscal expansionista y reformas en el sector financiero que impulsen el crédito.
La caída actual, que ya dura media década, no tendrá una pronta solución. Eso, en síntesis, es lo que están afirmando la Reserva Federal y el BCE. Cuanto antes lo reconozcan nuestros líderes, mejor.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, es catedrático de la Universidad de Columbia.


OPINIÓN
La mistificación monetaria
Tanto los temores como la euforia ante la actuación de los bancos centrales son injustificados
Los bancos centrales de ambos lados del Atlántico adoptaron medidas extraordinarias de política monetaria en septiembre: la tan esperada QE3 (tercera dosis de flexibilización monetaria por parte de la Reserva Federal estadounidense) y el anuncio del Banco Central Europeo sobre la compra ilimitada de bonos de los Gobiernos de los países con dificultades de la Eurozona. Los mercados respondieron con euforia. En EE UU, por ejemplo, los precios de las acciones alcanzaron sus niveles máximos desde la recesión. Otros, especialmente quienes se ubican en la derecha política, se mostraron preocupados por la posibilidad de que las recientes medidas monetarias aumenten la inflación en el futuro y provoquen un gasto gubernamental desenfrenado.
El hecho es que tanto los temores de los críticos como la euforia de los optimistas son injustificados. Con tanta capacidad productiva actualmente infrautilizada y con perspectivas económicas tan sombrías a corto plazo, el riesgo de una inflación grave es mínimo.
De todas formas, las acciones de la Reserva Federal y el BCE enviaron tres mensajes que deben dar un respiro a los mercados. En primer lugar, que las acciones previas no han funcionado; de hecho, los bancos centrales más importantes son en gran parte responsables de la crisis, pero su capacidad para revertir sus errores es limitada.
En segundo lugar, la decisión de la Reserva Federal de mantener los tipos de interés en niveles extraordinariamente bajos hasta mediados de 2015 implica que no espera una pronta recuperación. Ello debería ser una señal de aviso para Europa, cuya economía es actualmente mucho más débil que la estadounidense.
Mayor liquidez si se mantienen las políticas de austeridad no reavivará la economía española
Finalmente, la Reserva Federal y el BCE indicaron que los mercados por sí solos no propiciarán un rápido regreso al pleno empleo. Es necesario un estímulo. Eso debería servir de réplica a quienes exigen exactamente lo opuesto tanto en Europa como en EE UU: mayor austeridad.
Pero el estímulo necesario —en ambos lados del Atlántico— es de carácter fiscal. La política monetaria ha demostrado ser ineficaz y es improbable que más de lo mismo consiga devolver a la economía al sendero del crecimiento sostenible.
En los modelos económicos tradicionales la mayor liquidez produce más crédito —en su mayoría para los inversores y a veces para los consumidores—, lo que incide positivamente en la demanda y el empleo. Pero consideren un caso como el español, donde tanto dinero ha huido del sistema bancario —y continúa haciéndolo mientras Europa juguetea con la puesta en marcha de un sistema bancario común—. Limitarse a inyectar liquidez mientras se continúa con las actuales políticas de austeridad no reavivará la economía española.
Además, en EE UU los bancos más pequeños, que financian en gran medida a las pequeñas y medianas empresas, fueron abandonados a su suerte. El Gobierno federal —tanto durante la presidencia de George W. Bush como la de Barack Obama— destinaron cientos de miles de millones de dólares a apuntalar a los megabancos, al tiempo que dejaban que centenares de estas entidades de crédito más pequeñas, aunque de fundamental importancia, quebraran.
El crédito seguiría limitado incluso si los bancos gozaran de mayor salud
Pero el crédito seguiría siendo limitado incluso si los bancos gozaran de mejor salud. Después de todo, las pequeñas empresas dependen de los créditos con avales, y el valor de los bienes inmuebles —el aval más habitual— aún se mantiene a un tercio de sus niveles precrisis. Además, dada la magnitud del stock de viviendas sin vender, los bajos tipos de interés no harán subir el precio de los inmuebles y mucho menos inflar otra burbuja de consumo.
Por supuesto, no pueden descartarse efectos marginales: los cambios pequeños en los tipos de interés a largo plazo debido a la QE3 pueden propiciar pequeños aumentos en la inversión; algunos ricos aprovecharán la subida del precio de las acciones para consumir más; y unos pocos propietarios podrán refinanciar sus hipotecas y reducir sus cuotas, lo que también les permitirá consumir más.
Pero la mayoría de los ricos saben que las medidas temporales solo generarán una efímera subida de los precios de las acciones, insuficiente para permitir un aumento significativo del consumo. Más aún, los informes sugieren que pocos de los beneficios de los menores tipos de interés a largo plazo se están filtrando a los propietarios de viviendas; los principales beneficiarios, parece, son los bancos. Muchos de los que desean refinanciar sus hipotecas aún no pueden hacerlo, ya que deben más dinero del que vale la propiedad hipotecada.
En otras circunstancias, EE UU se beneficiaría del debilitamiento del dólar que se deriva de los tipos de interés bajos, una suerte de devaluación competitiva mediante políticas de empobrecer al vecino a expensas de los socios comerciales estadounidenses. Pero dados los bajos tipos de interés europeos y la desaceleración global, es probable que los beneficios sean pequeños incluso en este caso.
A algunos les preocupa que la nueva liquidez conduzca a peores resultados —por ejemplo, un boom de las materias primas que funcionaría en gran medida como un impuesto sobre los consumidores estadounidenses y europeos—. Las personas de mayor edad, que fueron prudentes y mantuvieron su dinero en bonos del Tesoro, verán un descenso en su rendimiento, algo que reducirá aún más su consumo. Y los bajos tipos de interés invitarán a las empresas a invertir en capital fijo, como máquinas muy automatizadas, garantizando que cuando llegue la recuperación generarán relativamente pocos puestos de trabajo. En resumen, los beneficios son, en el mejor de los casos, pequeños.
En Europa, la intervención monetaria tiene un potencial de ayuda mayor, pero el riesgo de empeorar las cosas es similar. Para disipar la ansiedad sobre el despilfarro gubernamental, el BCE incluyó condiciones en su programa de compra de bonos. Pero si las condiciones funcionan como medidas de austeridad —impuestas sin medidas conjuntas significativas para impulsar el crecimiento— serán más semejantes a una sangría: el paciente debe arriesgarse a morir antes de recibir medicinas genuinas. El miedo a perder la soberanía económica hará que los Gobiernos se muestren reacios a pedir ayuda al BCE, y solo si la solicitan habrá efectos reales.
Existe un riesgo adicional para Europa: si el BCE se centra demasiado en la inflación, mientras que la Reserva Federal intenta estimular la economía estadounidense, los diferenciales en los tipos de interés conducirán a una apreciación del euro (al menos en términos relativos a lo que sería si este no fuera el caso), socavando la competitividad y las perspectivas de crecimiento de Europa.
Tanto para Europa como para EE UU, el peligro reside en que los políticos y los mercados crean que la política monetaria puede revivir la economía. Desafortunadamente, su impacto principal en este momento es el de distraer la atención de medidas que verdaderamente estimularían el crecimiento, incluida la política fiscal expansionista y reformas en el sector financiero que impulsen el crédito.
La caída actual, que ya dura media década, no tendrá una pronta solución. Eso, en síntesis, es lo que están afirmando la Reserva Federal y el BCE. Cuanto antes lo reconozcan nuestros líderes, mejor.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, es catedrático de la Universidad de Columbia.

lunes, 8 de octubre de 2012


Por Carlos Alberto Montaner
Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Su último libro es la novela "La mujer del coronel".
Me tocó pasar la jornada electoral en un popular restaurante de Miami rodeado de venezolanos convocados por Alexis Ortiz y Pedro Mena, dos líderes del exilio representantes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), quienes hicieron una espléndida labor en los comicios recientes. Me tocó, también, ver a muchos venezolanos que lloraban ante el triunfo de Chávez, pues algunos encuestadores esta vez los habían convencido de que la oposición conseguiría derrotarlo. Hasta media hora antes de conocerse los datos oficiales, circulaba la información de que varias encuestas al pie de urna le daban la victoria a Capriles.
¿Por qué ganó Chávez pese a su lamentable labor como gobernante? Vladimir Gessen, un notable psicólogo y político venezolano supone que Henrique Capriles perdió las elecciones porque no supo o quiso mantener la sensación de unidad nacional con que ganó las primarias. Debió hacer la campaña –escribió–, junto al resto de los líderes a los que derrotó en las elecciones internas convocadas por la MUD.
Sin rechazar esa hipótesis, mi impresión es que hubo otros cuatro factores decisivos:
1. Chávez, con su característico estilo de caudillo latinoamericano ha conectado emocionalmente con una parte sustancial de los venezolanos. Fuera de ese ambiente puede resultar un tipo ridículo, incluso cómico, pero en esa atmósfera mucha gente lo percibe como un fenómeno casi religioso.
2. Ha creado una fuerte relación clientelista con una parte del electorado venezolano perteneciente a los copiosos sectores D y E del país. Como el argentino Perón y el PRI mexicano demostraron, se puede gobernar mal durante mucho tiempo y seguir siendo popular y exitoso. Los niveles sociales bajos conforman las dos terceras partes del electorado venezolano. Ésa es su cantera de votos y lo será mientras esperen dádivas del pintoresco líder.
3. Las inmensas ventajas preelectorales de Chávez hacen muy difícil derrotarlo. Es el amo de la televisión y la radio, medios a los que encadena cada vez que desea. Por cada minuto de televisión al alcance de Capriles, Chávez disponía de cincuenta.
4. Chávez poseía y utilizaba los recursos ilimitados que le proporciona el petróleo por medio de PDVSA, su gran financista, más todos los instrumentos del Estado.
En esas circunstancias, lo asombroso es que un joven político latinoamericano, con mínimos recursos y en una clarísima desventaja, Henrique Capriles Radonski alcanzara prácticamente el 45% del voto popular, algo más de seis millones de venezolanos, convirtiéndose en el adversario, hasta ahora, que más respaldo ha suscitado entre sus compatriotas y en la cabeza de una oposición mucho mejor vertebrada.
Si la MUD consigue mantener la unidad de los demócratas y Capriles logra vencer la desmoralización que usualmente generan estas derrotas y persuade a los venezolanos de que ha sido una proeza reunir a casi la mitad del país tras la causa democrática, ésa es la fuerza política que gobernará a Venezuela en un mediano plazo.
La próxima cita electoral es en diciembre próximo. En esa fecha se discutirán las gobernaciones de los estados regionales y la composición de los parlamentos de estas entidades federales. Para la oposición es muy importante mantener algunas de la zonas de poder que ya controlan e incrementar la autoridad sobre nuevos espacios geográficos, mientras se preparan para el día en que puedan conquistar la presidencia. Henrique Capriles, que hoy es inmensamente conocido, popular y respetado en el país, haría muy bien en continuar la campaña por toda la geografía en beneficio de los candidatos de la oposición, para ayudarlos a triunfar y para mantener la vigencia de su liderazgo.
¿Cuándo será ese día del gran triunfo? No está lejos. Con la oposición con un 45% del voto es sólo cuestión de tiempo. Esa es casi la mitad del país. No obstante, a corto plazo depende del grave cáncer que padece Hugo Chávez. Cuando Franco, ya muy viejo, agonizaba, los españoles hablaban de “la solución biológica”. En Venezuela acaso suceda algo parecido. No sé si será la solución, pero probablemente será el punto de partida del fin del chavismo. El caudillo se llevará a la tumba su legado.
(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Carlos Alberto Montaner)

domingo, 12 de agosto de 2012


El éxito del sastre global
Inditex ha triplicado su valor con la crisis y ha colocado a su creador, Amancio Ortega,
entre los tres más ricos del mundo. La empresa nada a contracorriente batiendo récords
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Amancio Ortega, propietario de Inditex / XOSE CASTRO (LA VOZ DE GALICIA)
Hace casi año y medio, la prensa gallega dio cuenta de la visita de Amancio Ortega a un centro comercial de las afueras de A Coruña, conocido como Marineda City. Allí recorrió durante algunas horas las tiendas del grupo Inditex (también podría decirse “sus tiendas”) con toda naturalidad, tanto es así que aprovechó a mediodía para tomarse en un bar cercano un sándwich vegetal, una cerveza y un café con sacarina, un almuerzo que les pareció austero a los cronistas, tratándose en ese momento de quien era el octavo hombre más rico del mundo. Lo que nadie sabía entonces (abril de 2011) es que la visita de Amancio Ortega tenía otro propósito. El jefe quería ver en vivo y en directo cómo era y cómo funcionaba el nuevo concepto de tienda que estaba preparando Zara y que un año después inauguraría a bombo y platillo en la 5ª Avenida de Nueva York.
Esa forma de actuar es muy de la casa, muy de Ortega y, en el fondo, muy de quien trabaja con Ortega. En la sede central de Arteixo predomina la naturalidad y la discreción, pero también la opacidad. No es que Inditex guarde muchos secretos a estas alturas de la vida tratándose de una de las compañías más estudiadas en las grandes escuelas de negocio, pero sí que conserva la habilidad para divulgar exactamente lo que quiere que se difunda y, en muchas ocasiones, en el tono que más le conviene. Para ser una compañía que no utiliza la publicidad (desde luego, no paga por ella), pero que está en boca de medio mundo, es un éxito impagable. Aquella tienda en Marineda City era, en definitiva, un experimento de laboratorio. Nadie lo supo hasta que convino saberlo. Nadie se percató de que aquella tienda era diferente. ¿Y por qué Marineda City en A Coruña y no cualquier otra? Por una razón muy sencilla: porque era la más próxima a la sede social, la que está en el camino entre Arteixo y A Coruña, donde viven Amancio Ortega, Pablo Isla y los ejecutivos de la empresa. Política de costes se llama eso, una de las claves del éxito imparable de Inditex.
Un año y medio después, el 15 de abril de 2012, Inditex invitó a un grupo de periodistas de todo el mundo para inaugurar su nueva tienda Zara en Nueva York, en el 666 de la 5ª Avenida. Los periodistas dieron cuenta de un nuevo concepto de establecimiento que calificaron casi unánimemente como una “boutique de boutiques”. Con mejor o peor literatura fueron explicando las virtudes de un escenario neutro con grises, blancos, espacios y contenidos, luces y sombras creado para impresionar a los futuros clientes y hacerles comprar. Otro dato no pasó inadvertido: Inditex había adquirido el local por 247 millones de euros. Según los analistas, Inditex parecía romper así su costumbre de alquilar locales. ¿Un capricho de multinacional o una medida estratégica? “La compra de los mejores locales en las mejores calles de las mejores ciudades significa adquirir un patrimonio que se revaloriza un 30% cuando, en estos momentos, en el mercado inmobiliario muchos locales caen un 30%”, explica un experto.
En la inauguración mundial no estuvo presente Amancio Ortega, como en él es habitual. En esas fechas era el quinto hombre más rico del mundo. Esta semana, la agencia de noticias económicas Bloomberg proclama a Ortega como uno de los tres más ricos del planeta con 37.500 millones. Supera a un mago de las finanzas (Warren Buffet) y a otro tendero como él, Ingvar Kampad (dueño de IKEA). Es posible que Bill Gates y Carlos Slim, los dos primeros de la lista, le queden todavía un poco lejos, pero dentro de lo anecdótico que pueda ser este juego de cifras con los millonarios del momento, lo cierto es que la figura de Amancio Ortega ilustra un fenómeno que no acaba de sorprender, de contradecir a los analistas y de resultar inimitable 37 años después del nacimiento de la compañía.
La empresa está volviendo a producir
en Turquia y Portugal porque son países mucho más baratos
Son muchos los autores que han tratado de desmenuzar las claves del éxito de Inditex (o de Zara, su marca emblemática, responsable de casi el 70% de la facturación del grupo), una multinacional que ha navegado como nadie en medio de la tormenta económica mundial, al contrario de lo que le ha sucedido a sus competidores. Tratándose de una firma con sede en España no parece que la coyuntura nacional le haya afectado: los datos del primer trimestre de 2012 señalan unos beneficios un 30% superiores al mismo periodo de 2011. El descalabro de la Bolsa española, donde cotizan las acciones de Inditex, no ha afectado a la compañía, que ha triplicado su valor bursátil durante los años de la crisis y que, ahora mismo, es la empresa española de mayor valor, superando a Telefónica y a los dos grandes bancos, Santander y BBVA. Para remate, el número de tiendas no deja de crecer y parece seguir un promedio perfecto: 1.000 tiendas cada cuatro años, haya o no crisis. Así, en 2006 se inauguró en Valencia la número 3.000, la 4.000 se abrió en Tokio en 2008, Roma brindó por la número 5.000 en 2010. Y la tienda 6.000 llegará inexorablemente a finales de este año. ¿Dónde? Hay argumentos que apuntan hacia China, aunque solo sea por cálculo de probabilidades.
China. Es cierto que Inditex ha abierto 300 tiendas en China en los últimos años. Es cierto que fabrica en China, pero en contra de lo que muchos opinan (que China es la tabla de salvación para momentos de crisis), hay datos que permiten afirmar que Inditex está abandonando el país asiático (ya no es tan barato fabricar allí) y optando por un regreso a lugares más próximos como África, Turquía e incluso Portugal. Es decir, cuando unos todavía van, Inditex ya está volviendo. Y esa es una de las verdaderas claves del éxito: la velocidad de respuesta.
“Inditex es el modelo más resistente de todos los que existen”, explica el profesor José Luis Nueno, del IESE, autor de uno de los casos de estudio sobre Inditex para escuelas de negocio. El suyo se titula Zara: moda rápida, mientras prepara otro estudio que será una proyección de lo que puede ser Inditex dentro de cinco años y facture los 30.000 millones de euros (algo así como Zara 30.000). “Desde luego, todos han tratado de imitar su modelo, algunos llegan a un 10% o un 20%, pero nadie lo consigue plenamente. Nadie es capaz de hacer lo que ellos hacen y de la forma que lo hacen”.
Hacer ropa bonita a buen precio para clases medias convergentes. Así definen los expertos la moda que fabrica el grupo, que es lo mismo que afirmar que visten a las clases medias y bajas en algunos sitios y a la clase alta en otros. Pero ese concepto global de la moda no lo hace solo Inditex. Lo hacen otras marcas. Mencionar la capacidad de sus diseñadores para captar las tendencias, para inspirarse en todo lo que aparezca por cualquier calle de cualquier gran ciudad, no es ya un mérito exclusivo de Zara y sus marcas compañeras de viaje. Ojear el mercado, copiar lo que sale en las pasarelas, lo hacen otras multinacionales. Durante mucho tiempo ha persistido la leyenda de que el mérito estaba en los departamentos de diseño de la empresa, (poco menos que vedados a la visita de la prensa), donde trabajaban cientos de jóvenes y desconocidos talentos formados en la casa. Se ha dado el caso de que otras firmas han fichado a algunos de estos especialistas a golpe de talonario. Como si adquiriendo esos talentos importaran una parte de los secretos de Inditex. Lo hizo Sfera, una marca de El Corte Inglés, que fichó a un buen puñado de diseñadores de Zara. Lo ha hecho Pepe Jeans. Lo hacen otras compañías. Fichan como quien contrata a una estrella deportiva. Pero la distancia permanece.
Sigue existiendo una leyenda urbana según la cual si en una ciudad anuncian lluvia, habrá paraguas en las tiendas de Zara. Esta metáfora viene a corroborar la verdadera esencia del negocio. Inditex crea moda, pero sobre todo es una industria eficaz. Hay una capacidad de respuesta muy rápida entre la toma de decisiones y su ejecución. Y ello es consecuencia de un proceso industrial muy avanzado, una logística impresionante con un alto nivel tecnológico. “En eso son unos cracks”, señala Nueno. Conocidas son las espectaculares cifras de una compañía que fabrica 840 millones de prendas cada año, repartidas en un total de cerca de 40.000 referencias. Nadie alcanza una cifra parecida. Fabrica al mismo tiempo ropa de invierno y de verano, ropa para mujeres y hombres, para adolescentes y adultos, para niños, para chinos y americanos, para lugares donde se reponen con mayor frecuencia las tallas S y M o lugares donde las que más se renuevan son la L y la XL. Inditex es la gran tienda global. Pero todo eso es de sobra conocido. Lo verdaderamente sorprendente es cómo siguen siendo capaces de adaptarse con rapidez a las circunstancias. ¿Qué pasa si una camiseta no se vende? Lo saben al momento. La retiran. La reciclan. Nada se desprecia en Inditex. “Se le pone una letra, se cambia de color y vuelve a las tiendas”, dice un ejecutivo de la empresa. ¿Qué pasa cuando alguien pone una denuncia por copia? “La prenda se retira al momento, no hay discusión. Hay otras 40.000 donde elegir”. Lo importante es no tener almacén. Muy sencillo: vender todo lo que se fabrica.
“Si una camiseta no se vende se cambia de color, se pone una letra y vuelve a las tiendas”, dice un ejecutivo
Es una empresa española. ¿Cómo una empresa radicada en España, donde tiene su logística (ocho plataformas y una novena en construcción en Guadalajara), además de 1.900 tiendas, consigue ese nivel de beneficios en los últimos años en un país donde ha caído el consumo y parece al borde del rescate financiero? De nuevo, la capacidad de reflejos de Inditex explica el aparente milagro. Inditex casi no abre tiendas en España, prácticamente las abre fuera. Incluso las ha cerrado. Se armó un gran revuelo en Bilbao por el cierre de una tienda Zara en la Gran Vía, donde ya había otras dos. Sin embargo, la cifra es irrelevante en términos relativos y absolutos. Y a pesar de todo, la compañía ha mantenido su cifra de ventas, con un comedido incremento del 1% en 2011, un año en el que todos sus competidores han caído. Otra característica del grupo: no utiliza la marca España. En muchos países, los clientes no asocian Zara a España.
Inditex no vende la misma ropa en todo el mundo. En EEUU presentará prendas muy al gusto americano
Así, cuando en 2009 los analistas anunciaron que Inditex experimentaría sus primeros problemas en un mundo en crisis, la empresa comenzó a tomar decisiones con la cautela que le caracteriza. No se quedó quieta. Un alto empleado de la firma recuerda algunas medidas: “Hubo un momento en el que se pusieron en marcha más prendas básicas que antes y comenzó a hacerse especial hincapié en la atención al cliente en las tiendas. Antes los empleados se limitaban a doblar la ropa. Ahora debían atender al cliente. Nadie se debe ir sin comprar algo”. Los básicos tienen una ventaja, son más baratos. Inditex estaba bajando precios sin decirlo.
La compañía siguió su camino en medio del estallido de la burbuja y de las convulsiones en los mercados. Siguió abriendo tiendas, pero modificando posiblemente el mapa de las inauguraciones, optando por hacerlo en países emergentes. Es una ventaja de actuar en un mundo global.
Y como si nada le afectara, presenta un nuevo concepto de tienda Zara en Nueva York, que significa multiplicar esas modificaciones en centenares de tiendas. Anuncia también nuevas inversiones. ¿Cuál puede ser una de las ventajas de la transformación de las tiendas Zara? Un alto empleado apunta dos ventajas: “Aunque parezca mentira, cabe más ropa si está colgada que si está expuesta en una mesa”. Dos, un escaparate minimalista. ¿Qué es un escaparate minimalista, sin casi contenido, además de un concepto estético? Un escaparate más barato. “Algunos escaparatistas estamos preocupados”, señala uno de ellos: “Si eso es una tendencia general, posiblemente necesiten menos escaparatistas en un futuro”.
En medio de la crisis, Amancio Ortega anunció que dejaba el mando de la empresa a Pablo Isla, que pasaba a convertirse en presidente de Inditex. Anunciaba su sucesor y despejaba todas las dudas respecto al papel que desempeñaría su hija Marta, separaba la propiedad de la gestión. Hubo analistas que entendieron que no era el momento propicio para anunciar una sucesión, pero la decisión estaba tomada. No se sabía demasiado sobre Pablo Isla, un hombre muy de la casa, un ejecutivo de perfil bajo, como el de Amancio Ortega. Isla no concede entrevistas. Apenas se le puede escuchar una vez al año, cuando se dirige a los accionistas en la junta general. Hay expertos que opinan que Pablo Isla está detrás de la entrada de Inditex en la venta en la Red y de la adquisición de inmuebles como el de la 5ª Avenida de Nueva York.
Las decisiones se toman. Y se ejecutan con rapidez. Por ejemplo, Massimo Dutti está en plena fase de entrada en Estados Unidos. Allí se presentará con ropa muy para los americanos, que competirá con la que hacen sus grandes marcas. Esa ropa no se verá en España, lo que rompe la idea (equivocada) de que Inditex vende lo mismo en todo el mundo. Paralelamente, hay otras órdenes para el personal de Massimo Dutti en la sede central de Barcelona que deben ser ejecutadas a primeros de septiembre: debe predominar el rojo en los escaparates y todo debe estar masticado: “Si hace calor no debe de haber un abrigo en el escaparate, como se hacía antes”, explica un empleado. “No hay que arriesgar”. ¿Por qué el rojo? “Son tendencias. Lo anuncia la portada de Vogue”, explican en Dutti.
Inditex seguirá creciendo. Los próximos datos llegarán en septiembre. No parece haber dudas de que seguirán siendo buenos. Y Amancio Ortega seguirá siendo más rico, ahora que está aparentemente retirado, aunque siga apareciendo por la sede central en Arteixo, siga pasando horas en el área de diseño de Zara mujer, su rincón favorito en la compañía, o continúe almorzando en el comedor de empleados. El tercer hombre más rico del mundo seguirá sin conceder una entrevista, sin explicar cómo concibió un modelo que, a fuerza de ser estudiado, sigue siendo inimitable 37 años después.



Las inversiones sociales, de la innovación a lo clásico
XOSÉ MANUEL PEREIRA
Las próximas escuelas de infantil en Galicia las pagará de su bolsillo Amancio Ortega, o mejor dicho, la fundación que preside y lleva su nombre. Serán nueve centros que costarán 11 millones de euros e incrementarán la oferta pública para niños menores de tres años en un 5%. No es muy corriente que una entidad privada costee equipamientos que después dona a la Administración. Más bien suele suceder a la inversa, pero Ortega siempre ha hecho las cosas a su manera.
Cuando Zara ya era Zara, Amancio Ortega parecía un empresario tan retraído como Howard Hughes al final de su vida, pero cualquier fotógrafo podría haberlo retratado en los sitios que frecuentaba, como el Club Financiero Atlántico o en su localidad del estadio de Riazor. Eran los medios los que respetaban su deseo de privacidad (aunque prácticamente no invirtiese en publicidad). Ahora que es la tercera fortuna del mundo es completamente accesible a cualquier persona, con cámara o sin ella, que asista a un acto ecuestre en su Centro Hípico de Casas Novas.
La Fundación Amancio Ortega ha experimentado una transformación similar. Nació en 2001 de forma casi anónima, aunque con una dotación nada tímida de 60 millones de euros. Su primer proyecto, Ponte dos Brozos, trataba de introducir las nuevas tecnologías en los primeros tramos de la enseñanza pública, de infantil a secundaria, “como un medio educativo y un instrumento de modernización pedagógica, no como una disciplina”, decía el entonces director de la fundación, Felipe Gómez-Pallete. Dos años después, en el colegio Ponte dos Brozos de Arteixo, en las aulas de 1º y 2º de primaria había ordenadores, en las de 3º y 4º se usaba “tecnología de transición” —unos teclados autónomos con memoria y una pequeña pantalla, llamados alphasmart—, y los alumnos de 5º y 6º usaban portátiles y una pizarra digital interactiva. Estamos hablando de 2004.
Desde aquellos tiempos en que investigaba la innovación pedagógica en unas aulas experimentales denominadas P4, construidas en las naves de Arteixo igual que las tiendas —o incluso cuando realizó una donación de seis millones de euros a los afectados por la marea negra del Prestige que no tuvo fácil localizar a sus destinatarios finales—, la Fundación Amancio Ortega ha mantenido un perfil discreto. Su página web roza lo zen. Aquel proyecto Ponte dos Brozos se ha convertido en Aula PdB, una plataforma de profesores interesados en la innovación educativa, al que acompañan un par de programas pedagógicos más y un proyecto formativo en Tanzania. Pero ahora, con la imagen de la vicepresidenta de la fundación, la esposa de Ortega, Flora Pérez Marcote, los que ocupan los titulares son los proyectos asistenciales. La sede central de Proyecto Hombre en Santiago, que supuso una inversión superior a los 7 millones, o la nueva residencia asistencial Padre Rubinos de A Coruña, que cuesta 25 millones.
Al final se impone lo clásico.