domingo, 23 de enero de 2011

Imaginemos una Región Mejor

IMAGINEMOS UNA REGION MEJOR

Por: Jesús Castillo More (*)

En su artículo “Imaginemos un Perú Mejor”, Francisco Sagasti se refiere a la diferencia entre los ilusos y los optimistas, que estriba en que los ilusos confunden sus deseos con la realidad y creen que basta enunciarlos para que se cumplan, mientras que los optimistas aceptan la realidad tal como es, pero no como una restricción para lo que pueda ser.
El desarrollo regional debemos enfocarlo bajo la óptica optimista, lo que implica empezar con un diagnóstico económico y social (¿Cómo estamos?) de nuestra realidad, para fijarnos objetivos de corto, mediano y largo plazo (¿Dónde queremos llegar?), dados los recursos y alternativas disponibles. No podemos repetir el error de quedarnos en lineamientos destinados a los anaqueles, se necesita decisiones y acciones, basadas en las herramientas que nos brindan la planificación estratégica y el presupuesto por resultados, y en la capacidad ejecutiva de quienes tienen a cargo el gobierno regional.
Los proyectos a emprender para el desarrollo regional son públicos y privados, lo que no impide que ambos puedan evaluarse desde el punto de vista de su rentabilidad o conveniencia social, incluyendo su impacto ambiental.
La innovación tecnológica es el aprendizaje continuo y acumulativo para incrementar la productividad y la competitividad interna y externa.
Al analizar este aspecto, no estamos hablando solamente de innovación de productos y de procesos (o de tecnologías duras), sino también de la innovación de gestión y organización (tecnologías blandas) incluyendo la comercialización, considerando al empresario no como único sujeto de la innovación sino también a los trabajadores. En tanto la innovación tecnológica implica la introducción de nuevos productos y procesos, no es tan solo un problema de máquinas, sino también de gestión y organización. Una forma de entender la innovación es que representa un cambio de cómo la gente trabaja y se organiza para producir bienes y servicios.
Este proceso de innovación ha generado una considerable brecha tecnológica o una permanente dicotomía en la economía latinoamericana en general y específicamente en el Perú. Esta dicotomía de la agricultura contrapone a sectores modernos con otros atrasados.
Por una parte, agricultores altamente competitivos, articulados a sistemas productivos dinámicos e insertos en los mercados internacionales y que están incrementando su productividad, competitividad y participación en los negocios. Por otra parte, un conjunto de agricultores que van quedando marginados de este proceso y que enfrentan severos problemas de descapitalización.
En esta brecha tecnológica influyen dos tipos de factores:
a) Macroeconómicos: factores no controlables por el agricultor individual: Política Arancelaria, Tipo de Cambio, Tasa de Interés, otros.
b) Microeconómicos: factores modificables por el agricultor tales como uso de factores de producción, factores de gestión, factores de comunicación.
Más que en ventajas comparativas simples, basadas en materias primas o producción de bananas o limones, la competencia internacional de la agricultura va a estar basada en la capacidad de la agroindustria para introducir conocimiento y requerimientos de los mercados a sus productos. También en la voluntad y capacidad de los productores para organizarse y capturar economías de escala. La innovación tecnológica, así como el reenfoque de la educación y capacitación agropecuaria, serán determinantes más importantes que los aspectos arancelarios, en la mayor productividad y competitividad.
Al referirse a los mercados de exportación, hay que enfatizar la gestión de mercados y agregación de valor para lo cual es necesario pensar en nuevos productos, nutracéuticos y alimentos funcionales, en la diferenciación de productos y en el condicionamiento tecnológico que abarca la mecanización y automatización con la consiguiente disminución del empleo y aumento de la productividad. Además hay que considerar el impacto de la biotecnología a través de la Genómica Funcional y la Ingeniería Genética. Finalmente la importancia de las Alianzas Estratégicas para palanquear proyectos de desarrollo agrícola.
Las nuevas inversiones requieren del apoyo institucional tanto público como privado. El sector público puede ayudar a través de instrumentos de fomento productivo, estudios de mercado, fomento de exportaciones y fomento de innovación. El sector privado lo puede hacer a través del desarrollo de la agricultura de contrato relacionado con el poder de compra, asistencia técnica y financiamiento además de apoyo a la innovación. Los plazos de la innovación serían de riego tecnificado en el corto plazo, capacitación en el mediano plazo y biotecnología en el largo plazo.
Las consideraciones anteriores nos obligan a preguntarnos si es realmente la agricultura el camino hacia el desarrollo, porque como dice Alvin Toffler, la pregunta correcta suele ser más importante que la respuesta correcta a la pregunta equivocada.
Al tener dimensiones técnicas, políticas y sociales, la descentralización es ante todo una Opción Estratégica dirigida a maximizar el desarrollo nacional en las dimensiones territorial, económica y social.
El proceso de descentralización no se agota con la transferencia de atribuciones y responsabilidades a organizaciones e instituciones subnacionales para que éstas ejecuten y administren servicios.
En primer lugar, un gobierno local debe tener facultad y capacidad de formular políticas, planes y orientaciones programáticas para la acción.
Un segundo elemento es la gestión propiamente tal. La traducción de los lineamientos programáticos en acciones, inversiones, incentivos a la inversión privada, programas, proyectos, reglamentos y otros requiere de ciertas capacidades críticas: La de formular y desarrollar estudios, diagnósticos, planes de trabajo, presupuestos, proyectos evaluados, análisis de impacto ambiental y otros; la de informar y seguir el trabajo de gobierno; la de coordinar el accionar local con otras agencias, la comunidad, reparticiones y niveles de gobierno; las de ejecución; las de monitoreo y seguimiento, y las de comunicación.
Un Banco de Proyectos que modifique la unidad presupuestal desde partida hacia proyecto puede ser crucial.
La tercera dimensión de un gobierno regional radica en la gobernabilidad, por lo que se entiende las modalidades de relación que se establecen entre el gobierno local y los gobernados, entre las autoridades y la ciudadanía. Esta apunta, al estilo de gobierno, a la forma de llevar adelante la acción y por ello se trata de una dimensión claramente política en donde la relación esperada es la del gobernante hacia la ciudadanía y viceversa sin interferencias de intereses subalternos.

(*) Profesor de la UDL