sábado, 23 de junio de 2012


La cumbre verde acaba en decepción
Río+20 no logran avances en las políticas ambientales ni de desarrollo sostenible
·         Medio ambiente
Description: http://ep01.epimg.net/sociedad/imagenes/2012/06/22/actualidad/1340388426_988566_1340389202_noticia_normal.jpg
El expresidente Zapatero saluda al secretario general de la ONU durante un acto en Río+20. /MARCELO SAYÃO (EFE)
La Conferencia de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible Rio+20 se clausura este viernes de la misma manera que se inauguró tres días antes: con un documento de mínimos que no hurga en las sensibilidades de nadie y que ciertamente no servirá de revulsivo para que la comunidad internacional reaccione con vigor ante el deterioro natural del planeta. En Río los líderes no han sido capaces de dar respuestas contundentes a las demandas de buena parte de la sociedad: de momento no habrá nuevos mecanismos de financiación para políticas de desarrollo sostenible, ni un acuerdo para crear una agencia que sea el brazo medioambiental de la ONU (actualmente lo que existe es el Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente –PNUMA-), ni nuevos pasos al frente en la protección de los océanos, ni la decisión de eliminar los subsidios a los combustibles fósiles o medidas que contribuyan a la erradicación de la pobreza en el mundo.
Fuentes del Gobierno brasileño, que ha sido el anfitrión y el impulsor de este acuerdo, admiten las dificultades para cerrar un texto más ambicioso, aunque también insisten en que el éxito de Río+20 radica en que 193 naciones hayan alcanzado un consenso rápidamente y sin entrar en amargas discusiones. Sin embargo, fuentes del equipo negociador de la Unión Europea (UE) abundan en la idea de que Brasil ha optado por el camino fácil de articular un documento que deje a todos mínimamente contentos, aunque sea a costa de sacrificar los avances reales que se esperaban de esta cumbre. “Ha primado la lógica de que es preferible tener cualquier acuerdo a no tener ningún acuerdo”, resumen de manera gráfica. Sin embargo, todas las fuentes consultadas opinan que este encuentro no caerá en saco roto. En este sentido, la delegación de Brasil asegura que la cumbre de Río alumbrará el camino para que medidas más concretas cristalicen en los próximos años.
Quizá sea injusto responsabilizar de la falta de ambición del documento final al país anfitrión, Brasil, ya que hay razones de gran calado que explican el fracaso. La primera de todas radica en el crítico momento que viven varios países de la UE y la situación en EE UU, aún empantanado en la superación de su crisis económica y con unas elecciones a la vuelta de la esquina. En época de crisis, las políticas medioambientales y sociales suelen quedar arrinconadas. Y eso es lo que ha sucedido en esta cumbre: el momento ha fallado.
De Río no han salido países ganadores, aunque sí infinidad de perdedores, sobre todo las naciones en vías de desarrollo. Quizá el Vaticano sea el único participante que se haya salido con la suya tras conseguir que se elimine de las conclusiones el término “derechos reproductivos” de la mujer, introducido por Brasil y que se refería a la libertad de la mujer para decidir sobre su maternidad.

martes, 19 de junio de 2012


La víctima griega
El desastre se originó en Bruselas, Fráncfort y Berlín, al crear un sistema monetario defectuoso
Desde que Grecia cayó en picado, hemos oído hablar mucho de lo que no va bien en todo lo que sea griego. Algunas de las acusaciones son ciertas, y otras son falsas, pero todas ellas son irrelevantes. Sí, existen importantes fallos en la economía griega, en su política, y, sin duda alguna, en su sociedad. Pero estos fallos no son los que causaron la crisis que está desgarrando a Grecia, y que amenaza con extenderse por Europa.
No, los orígenes del desastre se encuentran más al norte, en Bruselas, Fráncfort y Berlín, donde las autoridades crearon un sistema monetario profundamente defectuoso —y quizás abocado a morir— y luego agravaron los problemas de ese sistema sustituyendo el análisis por las lecciones de moral. Y la solución a la crisis, si es que existe alguna, tendrá que llegar de los mismos lugares.
Por tanto, veamos esos defectos griegos: sin duda alguna Grecia tiene mucha corrupción y mucha evasión fiscal, y el Gobierno griego tiene por costumbre vivir por encima de sus posibilidades. Más allá de eso, la productividad laboral griega es baja de acuerdo con los niveles europeos, ya que es inferior en un 25% a la media de la Unión Europea. Sin embargo, vale la pena señalar que la productividad laboral en, vamos a decir, Misisipi, es más o menos igual de baja según los niveles estadounidenses, y más o menos por el mismo margen.
La solución a la crisis, si es que existe alguna, tendrá que llegar de los mismos lugares
Por otra parte, muchas cosas de las que oyen sobre Grecia no son ciertas. Los griegos no son vagos; al contrario, trabajan más horas que casi todo el mundo en Europa, y muchas más horas que los alemanes en concreto. Grecia tampoco tiene un Estado del bienestar desenfrenado, como les gusta afirmar a los conservadores; el gasto social como porcentaje del producto interior bruto (PIB), la medida habitual del tamaño del Estado del bienestar, es considerablemente más bajo en Grecia que en, digamos, Suecia o Alemania, que son países que hasta ahora han capeado la crisis europea bastante bien.
Entonces, ¿cómo se metió Grecia en tantos problemas? Culpen al euro.
Hace 15 años, Grecia no era un paraíso, pero tampoco estaba en crisis. El desempleo era elevado pero no era catastrófico, y el país más o menos se valía por sí mismo en los mercados mundiales, ya que ganaba lo bastante con las exportaciones, el turismo, los barcos y otras fuentes como para pagar más o menos sus importaciones.
Luego Grecia se incorporó al euro, y sucedió algo terrible: la gente empezó a creer que era un lugar seguro para invertir. Entró dinero extranjero en Grecia, una parte de él, pero no todo, para financiar los déficits del Gobierno; la economía se aceleró; la inflación aumentó; y Grecia perdió cada vez más competitividad. Sin lugar a dudas, los griegos despilfarraron mucho, si no la mayor parte, del dinero que entraba a raudales, pero también es verdad que todos los que quedaron atrapados en la burbuja del euro hicieron lo mismo.
Y luego estalló la burbuja, y en ese momento, los fallos esenciales de todo el sistema del euro se hicieron demasiado evidentes.
Al estallar la burbuja, los fallos esenciales de todo el sistema del euro se hicieron demasiado evidentes
Pregúntense por qué la zona dólar —también conocida como Estados Unidos de América —funciona más o menos, sin las graves crisis regionales que afligen ahora a Europa. La respuesta es que tenemos un Gobierno central fuerte, y las actividades de este Gobierno proporcionan a todos los efectos rescates automáticos a los Estados que se meten en problemas.
Piensen, por ejemplo, en lo que podría estar sucediendo en Florida ahora mismo, tras su enorme burbuja inmobiliaria, si el Estado tuviera que sacar el dinero para la Seguridad Social y Medicare de sus propios ingresos que se vieron reducidos repentinamente. Por suerte para Florida, es Washington en vez de Tallahassee quien se está haciendo cargo de la factura, lo que significa que Florida está recibiendo a todos los efectos un rescate a una escala que ningún país europeo podría soñar.
O piensen en un ejemplo más antiguo, la crisis de las cajas de ahorros de la década de 1980, que fue en gran medida un problema de Tejas. Los contribuyentes acabaron pagando una enorme suma para resolver el lío, pero la inmensa mayoría de esos contribuyentes estaba en otros Estados que no eran Tejas. Una vez más, el Estado recibió un rescate automático a una escala inconcebible en la Europa moderna.
Por eso Grecia, aunque no exenta de culpa, se encuentra en apuros principalmente debido a la arrogancia de las autoridades europeas, en su mayoría procedentes de países más ricos, que se convencieron de que podrían hacer que funcionase una moneda única sin un Gobierno único. Y estas mismas autoridades han empeorado la situación al insistir, a pesar de las pruebas, en que todos los problemas de la moneda estaban causados por el comportamiento irresponsable de esos europeos del sur, y que todo funcionaría si la gente estuviera dispuesta a sufrir un poco más.
Lo que nos lleva a las elecciones del domingo en Grecia, que acabaron por no solucionar nada. Puede que la coalición de Gobierno haya logrado mantenerse en el poder, aunque ni siquiera eso queda claro (el segundo socio de la coalición está amenazando con abandonarla). Pero, de todas maneras, los griegos no pueden resolver esta crisis.
La única forma en la que el euro podría —podría— salvarse es si los alemanes y el Banco Central Europeo se dan cuenta de que son ellos los que tienen que cambiar su comportamiento, gastar más y, sí, aceptar una inflación más elevada. Si no, bueno, pues Grecia pasará a la historia como la víctima del orgullo desmedido de otros países.
Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008.
© 2012 New York Times Service. Traducción de News Clips.