martes, 8 de junio de 2010

Para que no se repita

La herida abierta del 5 de junio de 2009


Paco Muguiro Ibarra S.J.


Ha pasado un año y los awajum y wampis han querido conmemorar, eso es, conmemorar, traer a la memoria, volver a recordar los hechos ocurridos ese trágico día 5 de junio de 2009, donde perdieron la vida innecesariamente e injustamente 34 peruanos y todavía se encuentra uno desaparecido. Y lo han querido conmemorar y seguramente lo harán todos los años PARA QUE NO SE REPITA. A esta conmemoración se han unido las familias de los policías fallecidos y el papá del mayor Felipe Bazán, con la misma intención, y si hubiéramos podido, nos hubiéramos unido todos los peruanos/as de todas las regiones del país, con la misma intención: PARA QUE NO SE REPITA.
Y con muy buen criterio, las organizaciones nativas no han querido que se convierta en un acto político, que la Curva del Diablo, en este día, estando a cuatro meses de unas elecciones, se convirtiera en un estrado de campaña electoral. Se oía decir que venía Ollanta Humala, que vendrían algunos congresistas, nadie iba a permitírseles tomar la palabra, para que no se hiciera de ese espacio, casi sagrado, una cancha electoral. No querían banalizar, no querían faltar el respeto a las familias de los caídos, viudas y huérfanos irrazonablemente solos, y tampoco querían jugar con un acontecimiento que conmovió al país entero. Todo el país tendría puesta la mirada en esa tristemente famosa curva.
Han querido pasar la noche del 4 al 5 en una vigilia de reflexión, de oración para revertir lo ocurrido hacia un año, y que donde hubo desentendimiento hubiera entendimiento y donde hubo desacuerdo hubiera acuerdo y donde hubo distancia hubiera cercanía y donde hubo lucha fratricida, hubiera reconciliación. Ojalá se haya conseguido y empecemos a revertir, a sanar el quiebre, la fragmentación no sólo de lo que pasó en Bagua, sino del país entero.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación nos dijo muchas verdades con minúscula y una verdad con mayúscula: los 20 años de la violencia política han mostrado a un país quebrado, fragmentado, a un país donde la injusticia hace que vivamos como ciudadanos de primera, de segunda y de tercera. Bagua ha mostrado lo mismo: un país quebrado, donde las distancias entre unos y otros nos hacen desconocidos entre nosotros. Lo que más le dolía a los indígenas, cuando vieron que para desalojarlos les tiraban bala, era que los trataban como enemigos, como de fuera, como ciudadanos de otro país y en guerra.
Pero esa distancia no se hizo el día 5, no se hizo en este gobierno, ese quiebre y esa distancia viene de lejos. Años de olvido, años de exclusión, años en que se considera la Amazonía como espacio vacío para ocupar, para explotar, para depredar, primero el caucho, después el petróleo y el gas, usando sus ríos como basurales “Durante los siguientes treinta años (desde 1974) más del 95% de los 1.118,174 barriles diarios de las altamente tóxicas aguas de producción de los pozos de los lotes 8 y 1AB fueron vertidos directamente a los ríos y quebradas…”Suplemento de La República, Revista Agraria, 118 Cepes, Febrero del 2010) y siempre la depredación de la madera, dejando la caoba y el cedro como especies en extinción: “… la producción de madera aserrada creció en 85%. Del año 2001 al 2007” (Ibid)
Las leyes inconstitucionales dadas por Alan García e inconsultas, el perro del hortelano repetido durante más de un año, los ciudadanos de segunda, y hoy mismo en sus declaraciones, como para cerrar la herida, mentía diciendo que lo del 5 de junio “fue una emboscada usando armas de largo alcance”, cuando todo el mundo sabe que los nativos no tenían armas de fuego, el Congreso retrasando y retrasando irresponsablemente las decisiones, justo el mismo día cuatro, confirma y profundizan esa distancia, son expresiones de ese país fragmentado, quebrado y de esa lejanía de unos peruanos con otros. Esos dolorosos 34 muertos y un desaparecido son el resultado de un país que no se entiende asimismo. Por eso la reconciliación de la vigilia de esa noche, no es sólo la reconciliación de un acto aislado, que pasó por la mala gestión de unas autoridades, sino que tendría que ser parte de la reconciliación de un país que se encuentra distante por la inequidad y el racismo.
Dios quiera que esas muertes sirvan de algo y se conviertan en semillas de encuentro y reconciliación, y vayamos todos cerrando la herida.



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